DES-NUDOS

Jugando con la desnudez y los nudos J.L. Padilla va desgranando esta oración. Ojalá nos sirva en ese proceso hacia la transparencia. 

Gracias Maestro

Desnudos

 

Dessssnudos… afloramos a la vida.

 

Dessssnudos nos configuramos… contando desde un instante.

Desssnudos, ¡a base de nudos!… de esto o aquello, o lo de más allá́, se configura la forma.

Nudos… ¡enroscados!, ¡plegados, recogidos, guardados!… se van haciendo complejos, se van acumulando… plenos de información de ese viaje desde el eterno futuro… ¡sin tiempo!

Desnudos se muestran… como independientes; pero, a la vez, frágiles, incapaces de, por sí mismos, desde su desnudez, progresar… en desarrollo; en evolución. Otros nudos nos envuelven, nos acarician, nos reconfortan… como queriendo prolongar la íntima desnudez del comienzo; de lo que ya estaba.

¡Y desnudos!, poco a poco nos cubren, nos encubren, nos recubren… Y no sólo de ropajes y protecciones; también ocultando la desnudez, la norma, la moral, la orden, la prohibición…

Cubren nuestro desnudo proceder, como si fuera impúdico, ¡como si fuera pecado!, como si fuera insulto.

Y pronto, el desnudo se siente ¡cohibido!… Pronto se sentirá́ avergonzado… Se cubrirá́ como se encubre un pecado, por miedo a ser juzgado y castigado.

¡Ay!… ¡Y pronto se sentirá́, el ser, seguro y agazapado!, cuando… pensando, crea que está asegurado; que su acorazado pellejo le protege.

¡Ay!… Se olvida de la Fuerza de lo Creado. Ante ella, no hay cobertor que nos ¡aísle!… ¡Ante el Divino afán de tanto amor desnudado!, no hay pecado que justifique… ¡la vergüenza!, porque la Creación no… ¡no se arrepiente de habernos transportado!

¡Ay! Qué gran momento, el saberse… ¡desnudar!

¡Sí! Todo lo que se había plegado, atado y bien atado, para conseguir una forma ¿presentable?… se deshace, se deshilacha, se disuelve; ¡y se funde con lo Creado!… Se siente inmiscuido en… en todo lo conocido y desconocido.

¡Ay!… Desde el manifestado nudo… –y reanudado y apretado-, al deshecho nudo alargado, fluido, ligero… y sin miedo a ser dañado.

Parecen… ¡abismos tan grandes!, ¡tan insondables!… que enseguida nos preguntamos: “¿Por qué nos han atado? ¿Por qué nos han anudado? ¿Por qué somos nudos plegados?”.

Y en nuestro transcurrir, nos atamos más y más… ¡como si estuviéramos encadenados!…

La verdad sobre ello… no está dicha –como ninguna-.

Hacemos bosquejos… –como pintor prudente- de “posibles”.

Y, seguramente, ¡en la precipitada ilusión de lo Divino!, se lanzan colores de luz… que, para que entre ellos se vean, se tienen que anudar… y mostrar sus nudos. Pero conscientes de que no por ello están atados, sino que tan solo es una transitoria muestra de artificio; de sortilegio; de juego…

Hoy, ¡quizás!… entonces, el abismo entre lo desnudado, lo desanudado, y… lo vestido, lo anudado, ¡no sea anulado!; no sea tan abismal. Siempre y cuando –y no es una condición- recordemos, como orantes, que somos artificios ¡de luz!…

Divertidos complejos de colores, que se configuran… anudados, para expresar su ligazón con el Amor que los ha generado.

¡Ay! Y que… en el transcurrir de este lapsus que es la vida, si esto se sabe, y se vive, y se siente… no me siento atado. Me siento luz resguardada. Me siento linterna dispuesta; vela erguida… para alumbrar; candil impenitente para… alegrar las sombras. Me siento… fuego de hoguera para danzas de vida… o rescoldo inquieto para gestar comida; para aliviar… heladas. ¡Para dar luz con las palabras!… que chisporrotean como lo hace el fuego… cuando siente el agua cerca.

¡Ay! Y, quizás, ¡el placer de vivir!… resida en ‘des-nudarse’, desanudarse; ir deshaciendo el nudo que nos concentró en juegos de artificio. Y, en la medida en que lo deshacemos, nos hacemos luz… de transparencia; nos hacemos luz… de negritud; nos fundimos con… misterios, ¡sin incomodidad!, sin ¡reclamo!

¡Nos hacemos… desnudos!, y lo expresamos en gestos, miradas, actitudes, palabras…

No… no es tan fácil como quitarse la ropa. Es un detalle –sin duda- el hacerlo, ¡pero no! Es obvio… que de ello no estamos orando.

Pero sirve como muestra. Pero no del todo. ¡No es cuestión de quitar!, es cuestión de desanudar.

Nos han hablado –¡en el mejor de los casos!- de que tenemos que desprendernos, que tenemos que… ¡desconectarnos!, que tenemos que perder; ¡renunciar a lo que somos, a lo que creemos!…

Si renunciamos a lo que somos, a lo que creemos, ¿seremos…? Dejaremos de ser.

Y, si somos, no es esa la decisión que nos corresponda: “dejar de ser”; porque, si somos, hemos sido siempre; “siempre”.

Más bien… más bien será que desanudemos lo que fue un nudo, que no pretendía atar, sino conformar y transfigurar un amor enamorado, para que, una vez organizado, pudiera expresar, expresarse… ¡como artista soliviantado! –¡ay!, ¡ay!, ¡ay!-… y no como represor reprimido y… “poli-vidas” encadenadas.

Pero, a los nudos que conformaban, los arrullos que llegaban y los cuidados que aparecían aún más los ataban. Los hacían atávicos y sujetos, ¡no fuera a ser que el viento los llevara!

Una vez, y otra vez, y otra vez… ¿Quién se atrevería a deshacer el nudo gordiano?

el miedo… nos acechaba.

“¿Si deshaces el nudo, cómo te sujetarás? ¿Quién te sujetará?”.

“¡Si dejas de ser esclavo!, ¿¡quién!… quién te dará clavos?”.

“Si dejas de ser… atadura, ¡y si dejas de atar a otros!…, ¿qué sentido tendrá tu vida?”.

“¡Atador de desatados!… ¿Acaso no hemos venido a poner orden, y dejarlo todo bien anudado?”…

¡¡Ciertamente que no!!

Parecía muy seguro que el planeta, con sus vidas, nada sería sin nosotrosMás ahora sabemos, en honestidad, desde dentro, que ¡antes!… y “sin”… la vida seguiría, y abrumadoramente se expandiría de forma obviamente evidente. Y hemos sido nosotros los que, anudadamente, lo hemos atado para que… creciera recto, o creciera horizontal, o diera una cosecha, o diera dos, o diera tres.

Lo hemos atado ¡tanto!, que hemos ¡ahogado! Y hasta nos ha parecido bien.

Hemos ahogado con cercas, con muros, murallas, cuerdas, ¡alambradas!… y con discursos y con normas; con leyes… Y, todo, en torno a cubrirnos de seguridades.

¡Atado! ¡Bien atado! Que no se sepa desatar, ¡no vaya a ser que sea una tormenta!, y que llueva, y que truene, y que relampaguee… y no podamos… ¡controlar!

No dejemos, ciertamente, que se desnuden, se desanuden, porque… ¡pueden cantar!, ¡pueden poetizar!, ¡pueden imaginar! ¡Pueden perder el rumbo… de la cuerda que les tiene que llevar! ¡Pueden hacerse incluso ¡¡artistas!!… como la Creación.

Y nosotros, ¡los que hemos ido “instaurando”, generación tras generación –desde nuestra minoría- con el látigo de la salvación!… ¿en qué quedaríamos?

¿Tendría… tendrá́ misericordia la Bondad Superior, para perdonar tanto atavismo recalcitrante y anti- libertario, y liberador? ¿O realmente nos sujetarían, deliberadamente, y nos lanzarían al profundo abismo de la desesperación? ¿Se acabaría en ese momento la Misericordia Infinita?

¡Ay!… Son preguntas de Amor.

No hay nada… a lo que temer. Y menos aún, desconfianza. Cuando –a pesar de los atados y esclavizados procederes- el ser quiere desnudarse, desanudarse, ¡dejar de atar y ser atado!, la Infinita Bondad y Misericordia no le va a traicionar. ¡No se va volver dura y martilleante! Se hará de nuevo gozosa y ¡compasiva!… Cargada de ternura y de… ¡piedad!

¡No! ¡No, no! No hay lugar para, en la Eternidad, precipitarse a lo desesperado. No. ¡No! ¡No!

Por momentos, en nuestra visión ansiosa, sí parece cierto… que se precipitan los terrores y horrores. Y hay que encarcelarlos, o castigarlos, o matarlos.

Otras formas de ataduras.

Equivocados.

Desnuda, desanuda tu ¡prepotencia!

Desnuda, ¡desanuda tu vanidad!

Desnuda, desanuda tu soberbia.

Desnuda, ¡desanuda tu protagonismo!…

Y te verás… como hilos de azafrán… dorados, rojos…

anacarados por momentos…

y coloristas… con el calor y el mortero.

Muchas capas, de seguro que –a lo largo de esto que llamamos “tiempo”, y de este lapsus del año- se habrán acumulado; se habrán dispuesto y… compuesto. Y nos han dado el aspecto que se muestra; que se expresa.

Quizás, podría ser –con la cercanía de la culminación y la proximidad de una ¡nueva acción!-… desarrollar lo que está enrollado, ¡lo que está tan plegado y enredado!; y “desanudar” para ir mostrando la largura de nuestra potencialidad, ¡la largura de nuestra inmensidad!, que está y estaba ahí́, ¡atada!… por éste, por aquél, por el otro, por el otro…

¡Incontables ataduras!

¿Será momento y tiempo para… “desfacer” nudos, enredos y atados? Y vernos como hebras libres, liberadas, capaces de ensoñarnos en nubes, en hojas, en semillas, en aguas…; en compuestos de ilusiones, de fragancias o… ¡de besos sin labios!… de inspirados amores.

Podría ser… ¡y es cierto!, desde la minúscula posibilidad, que esa habilidad se tiene y se puede desarrollar: esa habilidad de desnudarse, desanudarse..y hacerse filamento sin ¡tropiezos!; sin callosidad. Suave y liso.

Tan suave y liso, que no se puede tactar.

Es posible –¡sí!, cierto- en ello… laborar.

¡La Providencia nos asiste!…

Ningún valor tiene, la opinión de los demás.

¡Es más!: entre unos y otros…

¡nos podemos desenredar!

Y más que… combatirnos

con el nudo aquél… o el enredo de éste

hacernos colaborar en un… en un suave atardecer

a la orilla del mar

como el pescador que… desenreda sus redes…

para poder volver a pescar.

Una tarde plácida… a la orilla del mar

al océano del amor que, con sus orillas,

nos da la mejor melodía

para que, con arte,

al desanudarnos, al desnudarnos…

nos sintamos y descubramos…

que somos filamentos…

filamentos del… Amar

en el Mar de la Vida.

Un plácido atardecer a la orilla del mar.

Fuente: oración en Tian dirigida por el dr. J.L. Padilla 17 de Diciembre 2012

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