O sea que nos toca … sentir nuestro nombre «divino», ese que es único. Imagínense todos los que se llaman Mariano, por ejemplo, en España. La vibración de ese nombre ahora mismo es de todo menos bonita… así que no es una tarea baladí «sentir» la divina vibración de cuando nos «creó» el Universo.
Gracias
“Todo aquello que nombras se convierte en tu espejo”

En los nombres encontramos todos los secretos.
Annick de Souzenelle: Todos tenemos un nombre de pila antes del apellido, y un nombre divino antes del nombre de pila.
Los dientes son las almenas de la fortaleza que protege el nombre divino y la lengua la espada que lo defiende. El nombre divino de cada uno es raramente conocido, porque si fuera pronunciado entraría automáticamente en resonancia y tendríamos una atracción irresistible hacia dicha vibración.
O como dice Alejandro Jodorowsky: Llevamos nuestro nombre en las células, todo el que nace tiene un nombre secreto. Podemos hacer aparecer a nuestro guía interior y pedirle nuestro nombre (En un ejercicio de meditación o de visualización). Todos tenemos un guía interior y hay que buscarlo. No podemos visitar nuestro mundo interior si no vamos acompañados de nuestro guía personal. Ese nombre será nuestro secreto que no hemos de revelar a nadie.