Desde el espacio «Para los que necesitan evolucionar» nos llegaron ya hace más de un mes noticias, palabras y mucha energía de una mujer – Anita Moorjani – que estuvo a las puertas del otro lado como consecuencia «miedos» en forma de un cáncer linfático.
La persona que lleva el blog (gracias de todo corazón) nos regalaba un amplio resumen (lo compartimos en entrada del 9 de enero) del libro «Morir para ser yo» para que, hasta que lo leyéramos , pudiéramos conocer, absorber, disfrutar… su vivencia y así saber con certeza que las cosas no son como nos las cuentan los médicos – que nos meten miedo aunque no quieran pues no saben otra cosa – los amigos que no entienden porque todavía no les toca… y que la sanación verdadera brota desde dentro porque es nuestro estado natural una vez que disolvemos la «ilusión» de que somos el yo pequeñito, con miedo… que necesita del exterior, de la seguridad, de la aprobación gracias a la certeza sentida de que somos el Todo, de que formamos parte de ese Todo y por ende de todas sus cualidades. Esa vivencia mágica, aunque parezca increíble, viene muchas veces de la mano de una enfermedad grave, grave, grave. Ese fue el caso de Anita.
Encargué el libro en la biblioteca de esta ciudad y hasta ayer no puede recogerlo pues estaba sancionada por no haber entregado a tiempo los que tenía de antes. Así que ayer, como niña con zapatos nuevos, fui a buscarlo y desde que lo tuve en mis manos no pude dejar de leerlo, razón de que ayer no compartiera nada con ustedes.
Es tanta la fuerza, la sencillez, la certeza de sus palabras, de su vivencia, que no he dejado de sentirme emocionada y agradecida desde la primera a la última línea.
Comparto con algunos párrafos que me han resonado especialmente del capítulo 7 en el que Anita Moorjani pone en palabras esa experiencia mágica que vivió y que llamamos Experiencia cercana a la muerte y lo que aprendió.
Sus palabras, su vivencia, resuenan en cada una de mis células…que son las suyas también. Es como si por dentro una vocecita dijera a cada palabra «eso es, eso es…», como si mi sentir encontrara expresión a través de sus palabras. Ojalá que esa certeza que emana haga el milagro de que sintamos ese gran tapiz en el que estamos inmersos y sostenidos por la Vida.
Gracias por la maravillosa oportunidad de poder compartir-me. Gracias viajeros
«Todos y cada uno de los encuentros que había tenido se habían entretejido para crear ese tapiz que representaba la suma de toda mi vida hasta ese instante. Y aunque yo solo era uno de los hilos de ese tejido, era a la vez íntegramente el diseño global final.
Al verlo, comprendí que era mi deber ser siempre una expresión de mi propia esencia única; era algo que me debía a mí misma, a todos los que había conocido y a la vida en sí. Intentar ser algo o alguien diferente no me llevaría a ser mejor, ¡sino solo a privarme de mi verdadero ser! Impediría así que otros experimentaran quién soy verdaderamente, a la vez que me impediría a mí interactuar auténticamente con ellos. además, al no ser auténtica estaría privando al universo de la persona que he venido aquí a ser y de lo que he venido aquí a expresar.
…
Mientras contemplaba ese gran tapiz que era la acumulación de toda mi vida hasta ese punto, fui capaz de identificar con toda exactitud cómo es que había llegado hasta el extremo en que me hallaba hoy.
«¡Oh, mira el camino por el que ha transcurrido mi vida! ¿Por qué, oh, por qué he sido siempre tan dura conmigo misma? ¿Por qué siempre me he estado castigando? ¿Por qué no me he apoyado a mí misma para mostrar al mundo la belleza de mi alma?
¿Por qué siempre he estado reprimiendo mi inteligencia y mi creatividad para agradar a otros? Me he traicionado a mí misma cada vez que he dicho sí cuando quería decir no. ¿Por qué me he violado y me he transgredido a mi misma buscando la aprobación de otros en vez ce ser yo misma? ¿Por qué no he seguido el impulso de mi bello corazón y he rehusado expresar mi propia verdad?
¿Y por qué no nos damos cuenta de esto cuando estamos dentro de nuestros cuerpos? ¿Cómo es que nunca me he dado cuenta de que no debemos ser tan duros con nosotros mismos?
…
Comprendí que el mero hecho de existir me hacía merecedora de consideración y ternura, en vez de enjuiciamiento y crítica. No hacía falta que hiciera nada concreto; me merecía ser amada por el hecho de existir, nada más y nada menos.
Eso me resultó seer una revelación sorprendente, porque siempre había pensado que tenía que esforzarme para poder llegar a ser amada, que tenía que ganarme y llegar a merecerme de algún modo que alguien me quisiera, así que fue maravilloso darme cuenta de que no era así, de que era amada de manera incondicional por el mero hecho de existir.
…
Me dí cuenta de que todos estamos conectados. y no solo todas las personas y criaturas vivientes, sino que sentía como si la entretejida unificación fuera expandiéndose hacía el exterior hasta incluir absolutamente todo lo existente en el universo: cada ser humano, animal, planta, insecto, montaña, mar, objeto inanimado y el cosmos mismo. Me dí cuenta de que el universo entero está vivo e infundido de conciencia, incluyendo y abarcando toda la vida y naturaleza. Todo y cada cosa pertenece a un Todo infinito y yo estaba intrincada e inseparablemente entretejida con toda la vida. Todos somos facetas de esa unidad: todos somos Uno y cada uno de nosotros tiene un efecto sobre el Todo colectivo.
…
También comprendí que el cáncer no era un castigo por algo que hubiera hecho mal, ni tampoco un karma negativo como resultado de alguna de mis acciones, tal como había creído antes. Era como si cada momento albergara infinitas posibilidades, y el hecho de que me hallara en ese lugar en ese punto del tiempo era la culminación de cada una de las decisiones, elecciones y pensamientos que había tomado y tenido a lo largo de toda mi vida. Y, en mi caso, mis muchos miedos y mi enorme poder se habían manifestado adoptando la forma de esta enfermedad.
Palabras extraidas de » Morir para ser yo» de Anita Moorjani. Gaia Ediciones.
(Y) ::
No pude parar de leer hasta que termine.
Gracias, gracias, gracias.
igual me pasó, Teresa. Qué ese «chute» de certeza, de consciencia no nos abandone. Gracias a vos por expresar tu agradecer. Abrazos