Obra de Mercedes Díaz Pellicer
Amiga pintora y qigonera que ví hace unos días en Barcelona. ¡Qué gusto Mercedes, gracias!
¡Ummm! ¡Qué rica vuelta a casa!
El viaje en tren de casi día completo que te acerca desde Barcelona a este lado del mapa, al oeste de Castilla, lo elegí por ese ir llegando poco a poco después de tantos días fuera de casa… o que yo he vivido como tantos de tan intensos los días, las conversaciones, lo que desde todos los sentidos recogía como nuevo: nuevo aire, nueva gente, nuevo ritmo, nuevos paisajes…
Necesitaba como un rato (¡espero acordarme la próxima vez que decida sobre este viaje lo que son 9 horas seguidas!) para mí, para integrar, re-cordar, revivir, re-flexionar…y el tren siempre me ha dado ese espacio «seguro» (ja, ja…vivimos una pequeña inundación y el pobre revisor no tenía una triste fregona para recoger el agua que salía sin que pudiera hacer nada por parar aquel grifo).
El viaje en cuestión es como de antes: el tren, aunque moderno, no puede correr por el trazado de la vía única que va a orillas de un río que serpentea en curvas y recurvas, atravesando toda una zona de La Rioja llena de viñedos, de huertas muy productivas de alcachofas y todo tipo de verdura, todo en marcha, todo bien trabajadito… ¡qué gusto! Todos los árboles de rivera brotando en ese verde nuevo de ahora, diferente de cada especie que luego ya se pierde en el verde homogéneo hasta llegar el otoño. El verde, mejor dicho, los verdes de ahora son jugosos y tiernos. ¡Ummm! Así que toda esa travesía a paso de tren de vía estrecha daba para contemplar con deleite.
Deleite que ya había comenzado desde el principio del día. ¿Saben? estos tantos días, acomodándome y acoplándome al ritmo de los diferentes entornos físicos y emocionales en los que me iba encontrando… he recogido un sentir: qué importante es vivir conscientemente cada momento, deleitándose en el sentir esa vida que te habita, saboreando el aire, el ritmo, los tonos, los diferentes idiomas … y eso con prisa es … cuando menos complejo.
Así que ayer, día de viaje, el día comenzó temprano y desde el principio fue gustoso y complacido y esa vibración, estoy segura, se reflejó en lo que fueron vivencias gustosas y complacientes. Fue como si el tiempo se diera de sí y fuera viviendo cada ratito como completo…¡hasta me dio el rato para tomarme una cerveza comme il faut en una terracita antes de empezar el viaje!
Los aconteceres se iban deslizando plácidamente, como un río sereno que sabe su curso. ¡Y mira que pudo haber medio altercados – el tren venía absolutamente completo así que pasan cosas que hay que solucionar sobre la marcha y normalmente sin manual de instrucciones. Depende de cómo decidas… así después se recoge el ambiente.
Y el ambiente, se fue «humanizando» (de salirse del protocolo) a medida que iban pasando los kilómetros: por ejemplo, como en teoría es un tren rápido, para en muy pocas estaciones y cuando lo hace es un tiempo muy breve, casi no da para bajarte. Bueno, pues en Burgos, en mi vagón, un padre y una hija embarazadísima se quedan sin bajar con las puertas bloqueadas. Casi se decide a favor del protocolo pero el «ambiente» hizo que el conductor no pudiera hacer otra cosa que parar el tren y abrir de nuevo las puertas: o sea, veníamos a 30 Km por hora desde hacía 2 horas y no podíamos pasarnos 2 minutos más en esa estación para que bajaran esas personas porque era lo que ponía el protocolo…
Desde ese momento el «silencio» aparente – casi todo el mundo va en «sus» auriculares oyendo lo que sea – se rompió para convertir ese espacio en algo vivo y en directo.
También fue un viaje muy «solidario». En ese vagón, viajaban varias madres solas con niños, carritos, maletas…, gente mayor un poco más lenta… que se encontraban que para bajar del tren, ellos y sus «extras», había varias escaleras y un «gap» hasta el andén cuando menos para hacerlo con mucha calma. En todos los casos, hubo alguna persona dispuesta a ayudar a bajar maletas y de tó. ¡Un gusto contemplar esa disposición voluntaria que daba pie a sonrisas, agradeceres…!
Y para culminar el día, llegué a una casa impecablemente cuidada por el Finder… llena de belleza en forma de toda clase de plantas esplendorosamente vivas y serenidad que se se podía respirar. Así da gusto llegar a casa.
Viajeros, me alegro de retomar con «facilidad tecnológica» de la que no he dispuesto en el viaje, el compartir camino con ustedes. También es verdad que para compartir lo que vivo he de vivirlo primero e integrarlo después y para eso se necesita tiempo de «aparente» ausencia y silencio.
Un gusto que mi corazón agradece sentirles cerca.
Graciasssssss
Me ha encantado viajar contigo…
Un gusto compartido… gracias