Como siempre, justo a tiempo. Gracias maestro
Con – fianza: un ingrediente imprescindible de la vida. Su carencia… nos lleva a mundos feos y dolorosos.
Y Gracias a ustedes por la oportunidad de compartir con con-fianza.
LEMA ORANTE:
LA CONFIANZA.
DR. JOSÉ LUIS PADILLA.
22/06/14.
El grado de confianza que –a lo largo del tiempo- van estableciendo los diferentes miembros de la especie humanidad, ha ido decreciendo. Y si antes, cuando el número era menor –como un elemento condicionante-, la necesidad de confiar era… “supervivencia”, ahora, al enumerarse en gran cantidad –y no solo eso, sino al adquirir un saber y una tecnología de alto poder de control- las relaciones se han vuelto desconfiadas. En general.
Y así, la especie convive de manera desconfiada. Si, en otro tiempo, la confianza era obligada por necesidad de supervivencia, ahora la desconfianza es más y más habitual cada día. La supervivencia –en cierta medida- en los más desarrollados, está más o menos asegurada.
El sentido orante nos plantea esa evidencia, que se ve concretada en los poderes, que ejercen un control de la comunicación a niveles inabordables y que, en base a esas informaciones, toman decisiones –algunas, terribles-.
Y todo, por la desconfianza que se ha gestado.
Al disminuir la comunicación y aumentar el control sobre ésta –para que el poder se perpetúe en sus modales-, sea cual sea el poder que cada uno ejerza, va a reflejar también un grado de desconfianza… cercano, íntimo… hasta desconfiar –por supuesto- el ser, de sí mismo.
Si nos fijamos, ese grado de desconfianza y control de nuestra capacidad, nos hace estar ¡tan atentos! A nuestras capacidades de control, a los controles que sobre nosotros ejercen, a nuestras desconfianzas –a nuestra propia desconfianza-, a las desconfianzas que otros tienen sobre nosotros, que no hay sitio, no parece haber sitio para otra vibración, para otra vivencia, para otra sensación –cojan el nivel en el que mejor se puedan manejar-.
Algunos recordarán –seguro-, y otros lo habrán oído, aquello de: “¡Confío!… confío en Dios”. Incluso, algunas religiones todavía practican un cierto grado de confianza en Dios –así, en genérico-.
Era –era… y es, excepcionalmente, ya- era… –como dirían los ateos- ese engaño preceptivo que el ser tiene, pensando que lo ha creado una Fuerza Superior.
Pero otros diríamos: “Es la sensación evidente –ante lo evidente de la Creación- de que… el Misterio nos rodea, nos alienta, nos coordina, nos sitúa, nos facilita, nos entretiene a través de la vida.”
En la medida en que el hombre, como proceso de poder, resuelve –¿resuelve?- hasta cierto punto, determinados –“de-terminados”- aspectos, el ser parece… no necesitado, parece sólo confiado en sus opciones; y, claro, cuando ve que sus opciones no responden a sus seguridades, desconfía.
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Ese grado de control de información, de saber lo que piensa cada uno, para así tener la seguridad –y la confianza- de que mi feudo va a estar bien guardado, nos consume y nos ¡retrasa! Nos “microniza” en un espacio cerrado, con miedo a abrir las puertas y las ventanas. Nos quita la confianza en el amanecer. Nos
da la sospecha, en el anochecer. ¡Nos borra!… la ágil suerte y la imprevisible situación de la vigilia. Nos quita el abandono en el sueño, para ¡soñar!… nuestro destino.
Ese camino de control, ese camino de desconfianza, nos ciñe, nos aprieta, ¡nos aquieta!…
Es como si, un pájaro, cuando inicia su primer vuelo, ¡desconfía de sus alas!, de su pluma. Se lanza ¡y lo lanzan!… confiados. Y casi siempre salen airosos del primer vuelo, que da pie al segundo –como juego-, y al tercero –como hábito-. Y se vuelve, el volar, algo tan natural, ¡con tan frágiles estructuras!, que es la confianza pura lo que nos muestran los insectos y todas las aves.
¿Podemos imaginar un pez, desconfiado del agua, pensando que se puede ahogar?
La Creación, en su expresión llamada “vida”, es un proceso cargado de confianza. Y lo misterioso del proceso ¡ahonda más aún en la confianza!, puesto que es posible percibir esa confianza –y uno no se lo explica-.
Somos producto de una confianza Creadora que nos pone en un conglomerado de vidas, conjugado y conjuntado –permitámoslo- de forma “divina”.
El orgullo del poder trata de sustituir esa confianza divina, por una confianza humana. Y, quizás, no es un acto de pelea o sustitución… ¡No! Quizás –quizás- esa actitud proceda de haberse sentido confiado, de sentir que “han confiado”; entonces, el hombre replica confiando en sus poderes, y los escenifica… haciendo que los demás desconfíen.
Si el ser no hubiera desarrollado esa actitud de secuestro de información, para apoderarse de la consciencia ajena, controlarla, manejarla… y ordenarla –en definitiva- sobre qué hacer, la especie humanidad sería una especie absolutamente confiada.
El hombre ha ido perdiendo poco a poco el brillo, el reflejo que da… el sentirse con la confianza Creadora. Y al perderlo… y ver que otros imponen su confianza, ¡es tan distinta a la que intuitivamente se sentía con referencia al Misterio!, que… ¡desconfía! Pero a la vez confía en él, para poder ejercer el mismo poder que ejercen sobre él. Una cadena de tropezados aconteceres que se engranan.
Somos “¡con!”.
Sin “con”, no somos.
Es en la consciencia de la con-fianza… de la vida, como expresión creadora, donde debemos recabar nuestras dudas, nuestros desánimos, para cargarnos de esperanza, de confianza, de ¡ánimo!, ¡de impulso!
Fuente: escuelaneijing.org