Para esta entrada necesitaba una referencia a otra que compartí hace – yo creía que unos días – y resulta que ¡ ya fue el 28 de septiembre! ¡Uau! el tiempo vuela dicen… más bien ya no existe, ja, ja. En esa entrada compartía una charla de Emilio Carrillo en la que nos contaba que Friedrich Nietzsche en «Así habló Zaratustra» distinguía 3 fases de transformación en el ser: la primera era la del Camello, la de las cargas, los deberes impuestos por uno mismo a uno mismo… y se distinguía por el uso de «Tengo que» y «Debo» en nuestro vocabulario.
En estos días de silencio, soledad en los que me escucho pensar a mí misma… ¡no vean la lista de pensamientos!… me he escuchado muchas veces «tengo que… ir, hacer,… lo que sea» (¡y precisamente estos días están alejados de obligaciones…las hace mi pensamiento!)
Hoy quería compartir con ustedes mi experiencia de hace dos días. Ahora si lo recuerdo porque fue la víspera del 14, día que para mi transgeneracional, es decir en mi árbol genealógico se repite y se repite.
Estaba tumbada, respirando, disfrutando del sentir del aquí y ahora, disfrutándome…. Tan agustito. En esas me oigo pensar «mañana tengo que ir a recoger los regalos para sobrinos» y de repente siento que esa frase la «represento» o la veo o la siento (no es fácil explicar esto con palabras) fuera de mí, como al lado derecho del ojo. Lo habré pensado muchas veces, seguro pero a lo mejor no me había pillado alineada como esta vez. Yo estaba en mi centro, sentía plenamente ese centro y de repente al pensar «tengo que» … la frase se desvía del centro. Lo puedo ver «físicamente». Se desvía.
¿Será que a nuestro ser interno las «cargas» de las que habla el «tengo que», el «debo, debería…debería haber hecho tal cosa… (¡uau! ¡anda que no tenemos tiempos verbales para jugar con esas dos formas verbales) no le gustan o no cuentan – las cargas – con nuestra energía para llevarse a cabo? Ya digo que seguramente me dí cuenta por estar centrada, «¡uy… y ¿este desplazamiento?» En ese momento, pensé – adrede, esta vez, para ver el efecto – «mañana voy a recoger los regalos de los sobrinos»… la atención no se desvió del centro: esta vez no era una carga, no era una obligación lo que yo le proponía a mi ser: solo decía «voy a …», era algo voluntario, salía de mí. Voluntario.
¡Genial! Al menos a mí me lo parece, viajeros. Resulta que aquello que veía este verano en las clases del CP2: lo que producía el «tengo que y sus derivados» a nivel corporal en estado hipnótico, en estado consciente y centrado se sentía igual y personalmente lo entendí como que cada vez que nuestro pensamiento desliza un «tengo que» y derivados… el ser lo rechaza, lo desvía, no lo quiere, lo considera una obligación y las obligaciones – sin gusto – no agradan. Sin embargo, el decir la frase en neutro, es decir «voy a …» el ser lo integra en lo propio (mi atención no se desvió de mi centro al decir «voy a «) y no solo eso sino que cuando no lo consideramos una carga o una obligación, el sistema energético se encarga de reservar un quantum de energía para realizar esa actividad que has dicho que vas a hacer. Es como si dijera: «vale, aquí tienes energía para eso» y la reserva. Esto tiene a su vez un efecto «secundario» en caso de no cumplir con lo dicho: que aquello que iba a hacer después no lo hice por la razón que sea… : pues mira tú por dónde aquella energía reservada se desperdicia…no es reembolsable y a veces estamos cansados y nos preguntamos ¡¿si no he hecho nada?! A lo mejor es eso, que no hemos hecho lo que dijimos que íbamos a hacer. En caso de cumplir, sin embargo, es como que la energía se amplifica: te sientes bien y nada cansado – puede que físicamente si la actividad ha sido fuerte pero no mentalmente, hemos estado asistidos por nuestro sistema energético en conexión con el Universo.
Entonces, viajeros, atentos a nuestro sistema motor de creencias que rige el del pensar, el percibir… atentos a esos «virus del sistema» como los «tengo que» «debo de» que utilizamos en nuestro verbo alegremente – o así lo veo en mí en estos días de atención – La liberación de ellos aligera el sistema y centra naturalmente, sin esfuerzo. Su uso nos encadena a una energía inutilizable ¿a dónde iríamos con una bola hierro atada al pie? Resta.
¿¿A qué nos obligamos?? ¿Es realmente una obligación o le podemos dar un giro de percepción y convertirlo en un hacer gozoso y voluntario o no hacerlo también de forma voluntaria y sin culpa?
Graciassss, viajeros. Ya saben, seguimos en la onda del espejo… Sigamos viéndolos con ganas de ver… sin ofensa.
Un placer