Entrada publicada originalmente por Cruz Barbero
Desde que conocí esta higuera, ya hace unos cuantos años, siempre pensé que era una “heroína”. Brotó de entre las piedras de un puente sobre el Río Alagón. Y sé que no es la única, ellas son así, ja, ja. Solo que a esta la conozco bien y me emociona verla crecer.
Si se hubiera quedado en el paradigma del “no se puede brotar de entre las piedras” no la hubiera conocido, desde luego. Ella, no se lamentó y se adaptó gozosamente a las con – diciones. A día de hoy está hermosísima y con higos – este año un poco raquíticos porque no ha llovido casi -. Todo un testimonio, para mí. Gracias hermoso ser.
Lo escribía ayer:
Ja, ja, es lo que tiene andar reflexionando y dando consejos a otros sobre determinadas acciones. Que luego va la Vida y te pone las prácticas reales con la prueba del 9: a ver si es verdad eso que tan bien dices hacia afuera.
Ayer estuvimos en las Hurdes, en el encuentro “cuasi” mensual que hacemos con un grupo de mujeres estupendas (en este encuentro se ha unido un varón) con ganas de evolucionar y en esos encuentros – en el papel que me toca de trasmisora – ofrezco sugerencias y puntos de vista diferentes. Ya lo he vivido otras veces: al día siguiente de un taller… me ponen un campo de juegos con prácticas, ja, ja.
Si no hay nada que me meta prisa, me encanta cuando me levanto un poco más tarde de lo normal. Hoy eran las 8 y media. Ay, qué bien. Cuando así me pasa también me levanto más atontoliná, como con otro ritmo más lento. Hoy en ese ritmo, subí a la terraza a buscar romero para mi infusión y al ir subiendo las escaleras ví que había un botijo roto que supuse se había caído por el airón de anoche. Después fregando los cacharros se me habían caído varias cosas.
Al Finder le pasaba algo parecido.
Había salido por la mañana a buscar el pan y ya había visto dos o 3 escenas que anunciaban que el día venía de “aquella manera”.
Y además, el cielo – por estos lares – anunciaba tormenta. Y ya sabemos lo que pasa con las tormentas: que hasta que no descarga… está todo cargado de electricidad – o eso me enseñaron y siendo de letras tampoco pregunté cómo era eso – y esa carga de electricidad que está por todo y en todos, en relaciones, se traduce por de tó: uno que te sale en una calle por donde no se puede y no mira si quiera, uno que en una fila de coches deja el coche en mitad de la calle y se va a buscar el pan, que llegas a buscar café y se le acaba de romper el molinillo …
Así iba siendo el día. Se había puesto a llover, qué bien, qué bien. Tan contentos con esa lluvia que mojaría esta tierra tan seca estos días. Habíamos hecho la gracia de que “ a lo mejor los labradores se quejan pero esta agua nos viene genial”.
Sé de mi consciencia en virtud de cómo me tomo las cosas y veía que el humor y la calma me acompañaban así que yo tranquila, además consciente de los “pinches cabrones” de los que hablaba Castaneda y Don Juan… un poco subidita de “ay, qué bien lo voy haciendo”.
Incluso iba pensando: claro, es que lo suyo es adaptarse a lo que hay: tu quieres ir deprisa pero uno se ha quedado atascado pues más despacio. Sin más, no es una heroicidad no enfadarse. Enfadarse no viene a cuento, en realidad somos unos orgullosos que nos parece que todo tiene que ir cómo hemos pensado o planeado o tenemos la expectativa de.
Y por fin, llegamos a casa, sanos y salvos que no había sido fácil con un tormentón descargando en medio de hora punta que había colapsado calles, semáforos… Todo un repertorio, ja,ja. Entro en casa con bolsas del super… y cuando llego a la cocina, veo que la habitación de abajo está inundada.
No es la primera vez que pasa y es algo que me stressa un poco, me pone en alerta: en esa habitación que es “ahí lo dejo hasta que le encuentre sitio” hay un montón de cositas que depende de cómo las dejes se mojan o no. Lo primero que hice fue bajar y echar un vistazo a ver cómo estaba todo: vale, no hay nada en peligro. El Finder todavía no había entrado en casa: que si cerrando el coche, que si…y en ese medio tiempo noté de repente esa punzadita a nivel de centro de estómago que es dónde comienza el bucle del enfado – en mi caso – y por primera vez tomé conciencia de que ese enfado en particular no era por el agua: el agua se saca y ya está: es una casa antigua, los sumideros son los que son y cuando entra agua como hoy en esa tormenta… no dan y rebosan. Eso está entendido. Yo estaba sintiendo los signos de un “enfado” pero… a la vez estaba viendo que la razón de enfadarme era otra que el agua: que presentía que mis expectativas de “ahora nos ponemos a la comida que tengo un hambre…” no se iban a cumplir.
En estos casos, los dos nos ponemos a ello y como estamos los dos en un sitio reducido en momento delicado… nos pisamos los papeles, los terrenos. Resultado poco pacífico, ja, ja. Hoy, sin pensarlo, le dije al Finder: “no preocupar, encárgate de comida que yo me encargo de des-aguar”. Y así, cada uno a lo suyo todo se dio fácil y sin líos. Yo veía que mi interior estaba en paz, lo estaba haciendo hasta con gusto: me subí las perneras de los pantalones, una escoba y a sacar agua. Mientras lo hacía pensaba: al fin y al cabo, somos unos listillos: siempre creemos que lo que nos toca es algo grande, que si otra cosa se pone en medio tenemos casi el derecho de enfadarnos por la intrusión. En mi caso, como si sacar el agua fuera menos que escribir.
Sin embargo, siendo consciente y estando en ello, resulta que cada acto que hacemos o cada acción que debemos hacer… se convierte en una oportunidad de estar en paz, sabiendo que eso es lo mejor que tiene el día para ti hoy… Un regalo.
Amén de darte la oportunidad de aprender otras cositas: como que si cada uno tiene su sitio, hace lo que le corresponde de la mejor manera que sabe y no se mete en el terreno de nadie… todo fluye como fluye el agua: de la manera más sencilla y fácil.
¡Ole!
Después de haber terminado de recoger todo me reía pensando en este grupo fantástico de personas con ganas de evolucionar con el que me reuní ayer que me dan las gracias por lo que aprenden… ja, ja… la agradecida soy yo. La frecuencia vibratoria que tienes después de un taller es de paz – como resumen – y por lo tanto tu percepción, tus gafas se adecuan a esa frecuencia de paz y así lo tomas todo: en paz.
Gracias, seres hermosos.