Dedicado al grupo de Vila-real. Sé que Pilar les gusta.
Ya lo he compartido más veces: ¡me gusta planchar! y me gusta porque me permite, si quiero, pensar, mirar, contemplar y además escuchar conferencias, documentales… ¡de todo!. Recuerdo hace años cuando no tenía internet y me ponía lo que podía. Ahora es un placer porque hay tanto interesante que escuchar…
¿Qué elegí hoy para escuchar mientras planchaba? a la gran Pilar Sordo, psicóloga chilena que para mi gusto cuenta como nadie esto de la diferencia entre hombres y mujeres. Y como dice al final, lo cuenta con humor para que se pueda digerir porque sino… sería de tirarnos de los pelos.
He oído algunas conferencias de Pilar, en otras ocasiones era sobre hijos y padres. Siempre muy acertada en sus observaciones y para una castellana como yo… y filóloga además es un placer escuchar las variantes lingüísticas que utiliza a cada rato. Aquí también, en un momento dado enlaza con esa convivencia entre los miembros de la familia: hijos, padres, esposos y habla de cómo son los jóvenes y cómo han llegado ahí (y pone el dedo en la llaga de que nos demos cuenta ya de que las cosas no suceden por arte de magia, los chicos están como están gracias a lo que han visto en casa, en la calle… no podemos mirar a otro lado y decir que la sociedad… La sociedad empieza en cada uno y en cada célula familiar)
Como digo esta vez nos cuenta de la divina diferencia entre hombres y mujeres. Y curiosamente, al contar la génesis de la conferencia y del título «¡Viva la diferencia!» dice que lo que más le animó a hacer la investigación sobre estas diferencias entre los géneros era la continua queja de la mujer, en todos los ámbitos. Y digo curioso porque a mí me animó a hacer este blog y poner este título la misma inquietud: no puede ser que salga a la calle y la mayor parte de las conversaciones sean quejosas.
Algunas notas que he cogido: no era fácil ¿eh? imaginen la escena: planchando, parando el youtube, escribiendo en un cuaderno… ja, ja.
Dice:
«cuando sale un hombre de la consulta me queda claro quién es, qué hace, qué quiere, qué quiere de la consulta, cuánto está dispuesto a sacrificar…
Cuando sale una mujer tengo claro cómo es la mamá de la mujer, cómo es el marido de la mujer, cómo son los hijos de la mujer … y de cuánto son responsables todos ellos de lo que le pasa a ella»
¡Casi nada, para empezar!
Esa queja cotidiana de la que habla Pilar dice que proviene de esa estructura que tenemos de «Sí, pero»: las vacaciones estuvieron bien pero hizo 2 días malo, mi marido bien pero no se da cuenta nunca de mi cumpleaños; qué chaqueta tan bonita … sí, pero es muy vieja…
Nosotras, lo femenino, estamos diseñadas para retener: y ello se muestra en la biología (retenemos más líquidos, nos cuesta expulsar más los gases… ), en lo cotidiano (guardamos «casi» todo: un ticket que nos recuerda y con el que podemos rememorar toda un escena… ropa por si adelgazamos, comida por si el aperitivo…) y lo más importante: retenemos en lo emocional: tenemos una memoria emocional impresionante que nos hace acordarnos y rememorar todas las escenas – reales o imaginadas – que nos han impactado y nos cabreamos porque ellos – lo masculino – no retienen ese tipo de información.
Ellos están preparados para soltar , para avanzar. Hacen algo, lo fastidian o salen exitosos, es igual…siguen adelante. No se paran. Y eso sirve para todo. Así que cuando no se acuerdan de aquello que nos dijeron hace 20 años y nosotros se lo queremos hacer rememorar… lo fastidiamos otra vez porque nosotras somos insistentes y hasta suicidas preguntando, por ejemplo. (sabiendo que a ellos no les gusta nada contestar a preguntas que saben que fallaran por sistema: «¿como me ves?» )
El hombre está diseñado para avanzar, como decía. Funcionan en base de conseguir objetivos, y una vez obtenidos pasamos a otro. ¿Normal, no? Y por lo tanto, el hombre necesita sentirse admirado igual que nosotras necesitamos sentirnos necesarias (germen de mucho sufrir porque ese sentirnos necesarias lo llevamos ad infinitum y menospreciando nuestro sentir en muchos casos)
Hilando con esto último: nosotras hablamos de lo que nos sucede y los hombres solo cuando ya lo han resuelto. Y esto que podría alegrarnos porque nos evitamos los intermedios resulta que lo leemos como que no somos necesarias: si él no necesita contarme… ¿para qué una relación?
Los hombres, como decíamos, están diseñados para ser visuales (recordemos que iban a cazar y debían de estar atentos visualmente a todas las señales) y nosotras lo estamos como seres auditivos y sensitivos. Es así, somos diferentes. Y eso es así porque estamos preparados para complementarnos… si lo tenemos que hacer todo cada uno como pasa ahora… siempre nos sentimos insatisfechos y que lo hemos hecho mal: si era para complementarnos, tontos.
Pilar Sordo explica algo muy interesante de saber: dice que después de investigar sobre esas diferencias entre unos y otros, eso no le explicaba la tendencia a la queja que tenemos las mujeres, en general. Una queja que no valoramos como tal, además. Si le dices a una mujer que se queja… te va a decir siempre que no, que ella no se queja… ¡uy si me quejara!
Bien, pues en esa investigación que ella hace descubre un tipo de pensamiento que es en general de mujeres: el pensamiento mágico. Nosotras escuchamos (recordemos que estamos preparadas para escuchar, eso es lo importante para nosotras) en la tele a una chica joven vendiendo una crema anti-arrugas – ella no necesita la crema – y dice que en 2 semanas hay un 48% de arrugas menos y yo pienso «ah, en dos semanas la mitad de las que tengo». No compro realidad, compro magia.
Y es que nosotras tenemos perfectamente definido como deben de ser los seres a los que amo, con los que convivo: mis hijos, mi marido, mi madre….Y eso hace que cuando me enfado o discuto con alguno de ellos, hago pelear a mi hija real, a mi marido real, a mi madre real… con la idea que yo tengo que deberían de ser. Y los reales ¡siempre salen perdiendo!
De ahí, parte esa queja cotidiana. De esa lucha entre lo real y lo «mágico» que yo tengo en mi cabecita sobre cómo deberían de ser las cosas (en este cómo deberían ser las cosas entran todos los programas, los códigos, las creencias que hemos visto, vivido, vivenciado en la familia, escuela, televisión, canciones, películas…).
Y esa lucha además nos lleva a no poder agradecer lo que tenemos, lo que ya tenemos. Es como si siempre estuviéramos en falta – y así nos sentimos emocionalmente. Esa es la trampa mayor del reino.
Afortunadamente ya sabemos que hay recursos para salir de esa queja – en base a la bio-descodificación o en base a la medicina china, la tradición maya y sus ondas encantadas o en base a los recursos que para cada uno la vida va desplegando. Los anteriores son los que la vida a mí me ha regalado. Y vive Dios que funcionan.
En la parte final, como digo, se mete en terreno de padres e hijos: muy interesante también, sobre todo para entender cómo hemos llegado hasta aquí. El otro día escuchaba un pequeño vídeo de un padre y un hijo, en el que el padre le decía al hijo que los reyes son los padres: el lenguaje del hijo era tan brutal, con tantos tacos tan desagradables que te daba como pánico. Pilar Sordo explica muy bien la trayectoria hasta ahí.
Y da claves:
Una agradecer, agradecer y agradecer.
Y después, cada día, preguntarnos:
«yo, hoy día, ¿entregué lo mejor de mí misma a los que amo, en los lugares donde he estado…?» «¿amé lo suficiente a los que amo?» » si mi hija, si mi marido, si mi madre se muriera hoy… sabrían que los amo profundamente?»
Esta parte de los hijos es igualmente divertida pero – ya llegó el pero – rasca más porque ese tema nos tiene «pillados» emocionalmente. Cuando hablo con amigas, las relaciones con los hijos son motivo de queja muy habitual. Y lo peor es que no se sabe cómo salir de ahí porque ya están asustados, ya no se ven capaces de que les guarden respeto. Y además lo hacían para darles lo que ellos no tuvieron. Dañino.
Gracias Pilar por tu humor y sabiduría.
Y gracias a ustedes, viajeros, por la posibilidad de expresar y expandir consciencia allende las ondas. Gracias.