Gracias maestro.
Pues eso, a expresar lo excepcional que para eso nos lo dieron y ¡regalado! Que parece que lo guardamos para las fiestas…pues no, ¡a diario somos excepcionales y así lo mostramos!
¡Ole!
Gracias
LO EXCEPCIONAL
DR. JOSÉ LUIS PADILLA.
10/11/13
Es vocación de vivir, el cultivar las virtudes, las gracias, las posibilidades que cada uno siente que, “capacitadamente”, puede ¡y tiene ganas de!… desarrollar.
Es como ir descubriendo esos dones, esas gracias que adornan al ser… cuando la decisión de la Creación decide que habite; que viva.
Pero quizás –“pero quizás”-, muchas veces, el propio ser no encuentra –en esas disposiciones propias- la mejor manera de relacionarse, de compartir, de buscar, de descubrir, de visitar, de ¡viajar!… y justamente elige la vía más genérica, que tiende a anular las particularidades, las “originalidades” de cada uno. Y asume la prepotencia, la vanidad, el despecho, el desprecio… como carta de presentación.
Puesto que estamos en el planeta del poder, de la violencia, del descaro y del esclavismo, del colonialismo y del neocolonialismo, pues pareciera –en muchos casos- que la mejor carta de presentación es mostrarse de esa manera. “En vez de” –¡que es lo que se supone!-… en vez de mostrar aquello que cada cual siente valioso,
bueno, generoso… justamente se muestra lo triunfador, lo ganador, lo que sabemos que está llevando a nuestra especie hacia un holocausto.
Pero es lo poderoso; es ¡lo que manda! Y hay que sacarlo, y airearlo, y proponerlo, y discutirlo… Y cada uno saca su juez, su fiscal, su ley, su orden… Y la aplica con gritos, con rabia, con rigor, ¡como si fuera cualquier tribunal o cualquier vulgaridad ordinaria!… que no distingue personas, sino que habla de “¡gente!”; “¡gentuza!”.
Pero, como pareciera que se ha inoculado a cada uno –y cada uno reacciona de una manera- ese virus de la importancia, la comandancia, la ganancia, la prepotencia, se olvida –como de repente- todo lo que se ha estado cultivando, desarrollando, actuando, derivando, y se busca el artículo, el dogma…
¡Eh!, ¡eh!, ¡eh! ¡Que eso no es!…
Bien está el escuchar el dicho de: “Donde quiera que fueres, haz lo que vieres”. ¡Hasta cierto punto! Porque, depende de dónde esté y de lo que vea, puedo contravenir mis principios, mis criterios, mis vocaciones…
Y si mis criterios, mis principios y mis vocaciones no son despóticos, ¿por tengo que actuar despóticamente; en un ambiente despótico? ¡No!
El sentido orante nos recuerda… “lo excepcional”.
¡Sí! “Lo excepcional”: esa situación –que es todos los días, a todas las horas, en todo momento- que nos habla de la excepción… de esa conversación, la excepción de ese descubrimiento, lo excepcional de ese momento…
Y es ese sentirse y sentir que, justamente cuando estoy en la excepción, es cuando avanzo hacia la Creación. En cambio, cuando estoy en la regla, en “la mayoría”, es cuando avanzo hacia el retroceso; es cuando el ser se hace “tsunami”, y prepara el golpe; es cuando el ser, cada vez que marcha o cada vez que llega, deja la impronta incómoda, desagradable…
Cada ser es el equivalente o el representante de toda la humanidad. ¡Sí! ¡Pero además!… es el equivalente y el representante de un país, de un lugar, de una comunidad… Y cada vez que actúe, y no lo haga con excepcionalidad, dará una muestra pobre, vulgar; y dejará, ¡a su grupo!, a su comunidad, a sus más cercanos… los dejará con la imagen de él. Y los demás pensarán: “¡Ah!, si éste es así, y es de aquéllos, ¡todos serán igual!”.
En el ambiente vulgar, no se puede pensar de otra manera. Es justamente la excepcionalidad que marca el ser – por la originalidad de sus costumbres, de sus normas, de su moral, de su vocación de ¡vivir!-, la que le distingue… y la que debe mostrar –¡y ejercitar!- para dar a conocer-se y dar a conocer su pertenencia, su
procedencia. Pero si niega esa vigencia, esa procedencia, ese origen, y se pone a ejercitarse en lo cotidiano, en lo de “usar y tirar”, pierde su excepcionalidad; se convierte en un corriente especulador de poderes.
Esa pérdida de “la excepcionalidad que tienen los seres cuando reconocen sus gracias” –que es como albergar y alimentar los dones de la Creación-… cuando eso no transcurre o sólo ocurre parcialmente, en momentos circunstanciales, pero cuando tiene que mostrarse se hace ¡olvidado!… y retoma rápidamente el concepto cotidiano de “combate” y “competencia” –¡ay!-… ahí sólo se establece una ascendencia de unos sobre otros.
Ni siquiera se contemplan las excepciones; ¡no ya que uno sea excepcional y el otro también!, sino las circunstancias que nos deben llevar a contemplar: “¡Ah! Esto es una excepción”.
Seres orantes, meditativos, contemplativos, no pueden ser representantes vulgares de una competencia, de un poder y de una insolencia. ¡No! ¡Dañan profundamente!… el sentido, la vocación, el cuidado y el desarrollo de la comunidad: de los que están desarrollándose; de los que están cultivándose.
Y en el sentido orante –aplicándolo-, ¿qué creen –además de la búsqueda de conocer, de saber, de aprender qué creen, o en qué creen ustedes que se fijan las personas que acuden a este lugar? –cada semana, cada mes, cada año… ¡da igual!-.
¿En qué creen que se fijan? En los que se hacen “comunidad” en este sitio.
¿Y por qué se fijan? Buscan la excepcionalidad. Buscan el poder comprobar si hay excepción, si hay excepcionalidad; si hay “algo”… diferente, ¡distinto! ¡Algo!
¿¡Y para qué buscan ese “algo”!? ¡Para sentirse con la fuerza necesaria para poder –ellos- desarrollar su algo!
El ver realizarse a otro en su ideal, en su proyecto, en su vocación, es un aliciente y un incentivo ¡trascendental!, para el que busca.
Ahora bien, si eso no se aprecia, si eso no se observa, sino que se nota “más de lo mismo”, el efecto desolador… ya no solamente ocurre en el ser, en su entorno, sino que encima se proyecta fuera.
Siempre –en el terreno de lo vulgar- existe la disculpa, la justificación que exime de toda responsabilidad… a cualquier error. Dice también el refrán: “¡El mejor escribano… hace un borrón!”.
¡No era tan bueno! –eso lo añadimos nosotros-.
La eterna justificación: hormonal, ambiental, circunstancial, ocasional… Saturno transitando por la casa de Esculapio…
O sea, las justificaciones son miles, para entender y dar cobijo a cualquier desvarío. La verdad es que es “lo habitual en lo vulgar”, “lo habitual en lo deteriorante”, “lo habitual…”. ¡Así va! ¡Así va!…
Pero así no tiene por qué ir, el ser que se cultiva, ¡convencido!, en lo virtuoso, en lo novedoso, en lo creativo, en lo generoso…
Las sociedades justificativas son las que permiten cualquier tipo de barbaridad, bajo determinadas circunstancias; y, por supuesto, no contemplan la excepcionalidad de posiciones virtuosas.
Quizás sea mucho afirmar que nuestra humanidad –en este tiempo- necesita el ejercicio de la excepcionalidad.
Quizás todavía se precise mucha más vulgaridad, mucha más violencia, insolencia. ¡Quizá! Pero, bajo el sentido orante –que es ¡excepcional!-, no cabe ningún elemento vulgar, corriente; todos tienen su trascendencia, su importancia, su excepcionalidad. Y es precisamente el sentido orante el que nos promueve y nos incita ¡a ver!, ¡a hacer!, ¡a sentir!… esa excepcionalidad.
Y cada uno, en su quantum, en su infinita pequeñez… ¡debe ejercerla!
Asumir lo excepcional como hábito cotidiano nos sitúa en un entusiasmo permanente; en una originalidad… ¡gozosa! ¿¡Por qué renunciar a ella, en pos de lo conocido, martirizador, incómodo, justificador!…?
Si cada ser, por el hecho de estar, constituye una excepción de necesidad –“si cada ser, por el hecho de estar, constituye una excepción de necesidad”-, ¡qué menos!… que seguir la estela de esa originalidad. Y ¡qué drama!, el dejarse contagiar por el desvarío de la insolencia poderosa o… el desprecio personal.
Y será que… –“será”, como pregunta- ¿será que el creyente que se siente una excepcionalidad –porque la Creación lo ha querido así-, y obedece su presencia a una necesidad, será que ¡debe respetarse!… a sí mismo? ¿¡Será que… será bueno respetarse a sí mismo!, para aprender a respetar a los otros? Y, sobre todo, para dar
cauce al designio de la Creación: dar muestra de lo Divino que se ha asentado; que se ha manifestado.
¿Será que hay que respetarlo…?
Muy bueno (Y)
Gracias, Merit. Abrazos