Ya ven algo tan «pequeño» como un hola, un adiós, un buenos días, hasta luego… es además un alimento emocional que tiene – como verán – más de una repercusión en la vida cotidiana.
Cuando cojo el bus para subir a casa siempre me fijo en eso mismo: las personas entran y como ya ni tienen que pedir un billete pues es solamente poner la tarjetita en un visor y ya, no tienes que hablar con nadie. Y pienso, ¡un día nos quedaremos mudos! No sé si lo aprendí en Inglaterra o lo hago de por mí misma, ya no me acuerdo pero siempre saludo. Y en general los conductores se sorprenden. Allí, a pesar de ser un país tan hipócrita, saludan al entrar y al salir ¡y dan las gracias! Me quedaba admirada y cuando volvía a casa encontraba que éramos un país de brutos.
Y ahora en los super donde hay un vigilante pasa lo mismo… las personas pasan delante como si no existiera. ¡Y existe!
Brindemos por ese despertar de conciencia que nos convertirá en lo que realmente somos y que parece olvidado: seres humanos plenos de humanidad.
Y como la red nos ofrece tanto, para saber de qué hablamos cuando hablarmos de «saludo»… he encontrado un par de entradas muy interesantes:
http://blog.lengua-e.com/2010/etimologia-de-chao/ y
http://etimologias.dechile.net/?saludo
Qué disfruten de la vida, viajeros.
Gracias
Regalo de Maria Antonia. Gracias, guapa
La belleza de un saludo
!!!Bonita historia. A partir de ahora saludaré con más interés!!!
«QUÉ COSA EXTRAÑA ES EL SER HUMANO,
NACER NO PIDE,
VIVIR NO SABE,
Y MORIR NO QUIERE»
HERMOSA HISTORIA Y MUY BUENA LECCIÓN
Cuenta una historia que un Judío trabajaba en una planta empacadora de carne en Noruega. Un día, terminando su horario de trabajo, fue a uno de los refrigeradores para inspeccionar algo; se cerró la puerta con el seguro y se quedó atrapado dentro.
Golpeó fuertemente la puerta y empezó a gritar, pero nadie lo escuchaba. La mayoría de los trabajadores se habían ido a sus casas, y era casi imposible escucharlo por el grosor que tenía esa puerta.
Llevaba cinco horas en el refrigerador al borde de la muerte. De repente, se abrió la puerta. El guardia de seguridad entró y lo rescató.
Después de esto, le preguntaron al guardia a qué se debía que se le hubiese ocurrido abrir esa puerta si no era parte de su rutina de trabajo.
Él explicó:
«Llevo trabajando en esta empresa 35 años; cientos de trabajadores entran a la planta cada día, pero él es el único que me saluda por la mañana y se despide de mi por las tardes. El resto de los trabajadores me tratan como si fuera invisible».
Hoy me dijo “hola” a la entrada, pero nunca escuché “hasta mañana”.
Yo espero por ese hola, buenos días, y ese chau o hasta mañana cada día.
Sabiendo que todavía no se había despedido de mi, pensé que debía estar en algún lugar del edificio, por lo que lo busqué y lo encontré.La Belleza del Saludo.
Bonita historia final. Estoy de acuerdo, estamos perdiendo la comunicación con las personas de nuestro entorno y nos vamos comunicando con los smartphone… me parece algo absurdo.
Gracias, Celso… y así además nos perdemos la mirada del otro, del que nos encontramos.