AMARSE PARA AMAR

… Solo quien está a gusto en su piel… puede salir gustoso al encuentro de la vida y los demás. 

¡Cuánto «daño» la manía de la educación – sobre todo religiosa – en enseñarnos a no querernos, a no valorarnos… porque eso era de personas egoistas y narcisistas! 

A nosotros, mayores, nos queda disolver el «mal» alimento emocional y sobre todo ser capaces de dar la vuelta a la tortilla para que los que vienen sean libres. Fácil, fácil, no es porque como decíamos en otra entrada a propósito del sosiego, del no juzgar… no tenemos referentes. Una servidora fue hija única durante 10 años que llegó hermano. Mis padres, castellanos austeros para todo, no me «mimaban» para que no me volviera boba. Y no es que fuera una cosa de ellos, era una forma de vivir de esa época y con lo que sabían… Así que cuando alguien me dice «mímate»… ¡no tengo ni idea de lo que es porque no lo viví! 

Nosotros, ahora,  podemos hacer las cosas de otra forma y no agarrarnos a esos clichés por fidelidad. Ja, ja, me puedo dedicar a partir de ahora a aprender a mimarme… para poder enseñarlo. 

Gracias, viajeros. Un placer

El niño necesita el amor tanto o más que el alimento, hasta el punto de que su carencia habitual le producirá trastornos difíciles de solucionar. El amor recibido, si es genuino (gratuito e incondicional) le hará verse a sí mismo como alguien digno de ser amado, generando una autoestima ajustada, sobre la que podrá edificar todo el andamiaje de su personalidad. Una autoestima que le permitirá verse y tratarse a sí mismo y a los demás de un modo constructivo.

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando no se dio aquel amor primero? se va a instalar una carencia que condicionará dolorosamente y negativamente la trayectoria vital de la persona. Sin autoestima le resultará muy difícil, si no imposible, vivir el amor auténtico: no podrá "salir de sí" hacia los otros y hacia el mundo, porque se encontrará demasiado ocupado y preocupado, inconscientemente, por su propia carencia.

Y aquí reside justamente la paradoja: sólo quien está "a gusto" en su propia piel, consigo mismo, puede salir "gustoso" al encuentro de la vida y de los demás. En otras palabras, sólo quien se ama auténticamente se verá capacitado y equipado para amar limpiamente a los otros.

Walter Méndez - Decodificación Bioemocional
walter.mendez@bioemocional.com
Buenos Aires: 1134325510/1125522296

El niño necesita el amor tanto o más que el alimento, hasta el punto de que su carencia habitual le producirá trastornos difíciles de solucionar. El amor recibido, si es genuino (gratuito e incondicional) le hará verse a sí mismo como alguien digno de ser amado, generando una autoestima ajustada, sobre la que podrá edificar todo el andamiaje de su personalidad. Una autoestima que le permitirá verse y tratarse a sí mismo y a los demás de un modo constructivo.

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando no se dio aquel amor primero? se va a instalar una carencia que condicionará dolorosamente y negativamente la trayectoria vital de la persona. Sin autoestima le resultará muy difícil, si no imposible, vivir el amor auténtico: no podrá «salir de sí» hacia los otros y hacia el mundo, porque se encontrará demasiado ocupado y preocupado, inconscientemente, por su propia carencia.

Y aquí reside justamente la paradoja: sólo quien está «a gusto» en su propia piel, consigo mismo, puede salir «gustoso» al encuentro de la vida y de los demás. En otras palabras, sólo quien se ama auténticamente se verá capacitado y equipado para amar limpiamente a los otros.

Fuente: Decodificación Bioemocional – Walter Méndez

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