Hace muchos años, un domingo por la tarde – una hora rarísima para ir al cine en mi caso – fuimos al cine… precisamente a un cine que ya no existe en la ciudad: el Bretón. Era un teatro pequeño, recoleto que decidieron tirar hace un par de años para hacer apartamentos, seguro. Yo casi no he vuelto por esa zona. Hace tiempo que busqué esta peli en el you tube y no estaba entera.

El caso es que entramos a ver Tomates verdes fritos una película de la que no sabíamos nada – nunca me gustó enterarme mucho de qué iban las películas – y cuyo título nos atrajo sobre manera.  Seguro que muchos de ustedes la vieron en su momento, cuando salió. 

A mí personalmente me encantó, la forma y el fondo, las imágenes y las palabras. Me quedó un gusto rico en el paladar y aunque la busqué en internet varias veces, nunca aparecía entera. Ayer por la mañana, cuando el Finder se levantó me dijo: ayer te encontré una peli que te va a encantar volver a ver y es que el Finder se gana a pulso su nombre: el que encuentra … y no es que busque… es que encuentra. 

Ahora, ya sabiendo más y sobre todo de bio, la peli adquiere otra dimensión pues la época en la que está ambientada la historia vivía en unas creencias que son el sustrato «inconsciente» de las nuestras. Es un buen espejo donde mirar el reflejo de esos valores y creencias que ahora andamos revisando medio a ciegas porque están en ese «almacén» que es el inconsciente. Estupendo. 

Y además es hermosa y entretenida. Para ver solos, acompañados o como queramos. A la protagonista «real» de la película le cambió su percepción de la vida conocer la historia de Idgy y Ruth y aquel café hermoso donde se servían tomates verdes fritos y el mejor asado de Alabama. ¿Recuerdan el asado? No les doy más pistas que si no no tiene gracia. 

Qué la disfruten, viajeros de luz. La comparto con muchísimo gusto. 

Gracias por la oportunidad.