Durante estos últimos días he estado ordenando papeles… y no saben lo que es esa tarea con un gato cerca, ja, ja.
He alucinado en colores porque he encontrado joyitas que había impreso en algún momento para leer pero no las había ni mirado. Hay material para rato.
Entre las joyitas encontré este cuento de Paola Klug que también publica en su blog que he visitado con respeto y mucho gusto pues esta mujer cuenta bellas historias sanadoras (entre otras muchas cosas). Si se dan un paseito por su espacio «Paola Klug (La pinche Canela)«, su corazón y su alma se lo agradecerán. Es un placer.
Traigo este cuento a compartir no solo por la belleza y el arte de escribir… sino por el arte de sanar. Y en este caso además… el arte de sanar las penas, esas penas que se quedan en el pecho y se van anudando unas con otras y al final… te ahogan si no puedes liberarlas, si no puedes soltarlas.
Benditas curanderas, benditas chamanas que con una sola frase entienden lo que hay y saben qué hacer. En los comentarios del original de este cuento, en su blog, hay muchas personas que dicen «qué pena que no exista esta curandera»… claro, a todos nos gustaría visitarla y que con su sabiduría y buenas artes… nos devolviera puros y liberados a nuestra vida… sin dolor, sin penas.
Cuando empecé a leer a Jodorowsky me fascinaba el trabajo de Doña Panchita… aunque por lo bajini dijera «bueno, pero no es una operación real»… ja, ja, eso lo decía ignorante de mí porque todavía no sabía que al inconsciente le da igual, no reconoce la diferencia entre lo real y lo simbólico y por tanto si logras que «se crea» lo que estás haciendo.. ¡bingo! ¡trabajo hecho!.
Este cuento nos habla igual de ese poder de la intención que los chamanes y curanderos saben tan bien emplear y que a nosotros, occidentales, nos va llegando de a poco. ¡Benditos y benditas sean!
Me hace gracia ver que así hacemos una consulta de bio: no utilizamos humos o hierbas, por ejemplo, pero el «guión» es el mismo: dice la curandera. «acuérdate bien cómo empezó porque de la enfermedad depende el remedio». Por ahí empezamos, por dónde empezó y cómo empezó. Las personas mentales siempre dicen «no me acuerdo». Falso. Ahí la persona y su ego se resisten a buscar… pero casi siempre sale y es ahí donde hay que ir a actuar, a ese momento que empezó, cada uno con sus recursos y herramientas. La curandera de nuestro cuento «sonrió dulcemente a Doña Chole», lo recalco porque en algunas terapias parece como si la dulzura estuviera reñida con la sanación y no, el corazón y el alma se comunican en esa dulzura. Que no se nos olvide a ninguno.
A la pregunta de Doña Chole de que tenía, la curandera le dice «penas en el buche» y le empieza a explicar cómo se las ha sanado. Importante también pues a veces los pacientes se quejan de que nadie les explica nada. La explicación de qué le ha hecho es todo un «método» de cómo hacer.
Qué disfruten, viajeros de luz, de este arte de sanar resumido en un cuentín. Para muchos además, puede ser otra herramienta a utilizar.
Gracias, Paola por tu creación. Y gracias a ustedes por la perseverante compañía en el camino.
Gracias al Universo que nos brinda tantas oportunidades.
Curando las penas:
Doña Chole traía un dolor muy fuerte en el pecho; ciertamente la molestia la había tenido durante años pero últimamente se había hecho insoportable vivir así. Se encaminó entre la maleza y subió cuesta arriba del cerro buscando el hogar de la curandera. Allí estaba ella, afuera de su jacal dando de comer a sus gallinas.
Doña Chole le explicó a grandes rasgos los síntomas de su enfermedad:
-Me duele el pecho y me cuesta respirar, aveces se me atoran los suspiros en la garganta y me dan ganas de llorar.
-¿Desde cuando empezaste con ese dolor?
-Desde muy chamaca, tendría yo unos 12 o 13 años -respondió Doña Chole mientras se sentaba en la banquita de madera-
-A ver cuéntame porque te empezó el dolor, acuérdate bien como fue porque de la enfermedad depende el remedio.
Doña Chole se quedo pensativa mirando hacia los granos que se disputaban las gallinas, luego cerró sus ojos y una lágrima salió de ellos. La curandera la miraba atenta sin decir nada.
-Me empezó el dolor cuando él se fue. Como le dije, yo era una chamaca por aquellos tiempos. Las familias no estaban de acuerdo en que nosotros estuviéramos juntos, entonces me escapé con el y nos fuimos pal monte. Vivimos allí en una casita chiquita unos meses sin que nadie nos molestara pero entonces llegaron los milicos. Nos pegaron a los dos, a mi me violaron y me dejaron tumbada entre la hierba dándome por muerta, a el se lo llevaron y nunca regresó. No pude regresar con mi familia ni a mi pueblo y tuve que buscar otro lugar pa vivir, pero de cuando en cuando me iba a dar una vuelta a la casita que me construyo para ver si había vuelto, pero nunca lo hizo.
-¿No tuviste otro hombre?
-No
La curandera asintió con su cabeza sonriendo dulcemente a Doña Chole, luego entró a su casa y sacó un racimo de hierbas; unas estaban frescas y otras estaban secas. La vida y la muerte estaban entre sus manos arrugadas. Al regresar, la curandera comenzó a cantar una canción que Doña Chole no entendía pero que le sacaba las lágrimas. Luego prendió un cigarro y le aventó el humo del tabaco en el rostro, para terminar dándole una friega con las hierbas que traía en las manos.
El dolor en su pecho desapareció inmediatamente, Doña Chole no recordaba lo que era vivir sin dolor y sentía que algo le faltaba.
-Vas a sentirte así unos días, después estarás bien.
-¿Que tenía?
-Penas viejas en el buche. Quité de tu espíritu las manos de los milicos y le recordé a tu alma que era libre y que nadie la había tocado, por eso chillaste. Te arranque la culpa y la vergüenza que no tenias que sentir y las saqué al aire con el tabaco.
Tu hombre ya no está aquí, pero eso tu lo sabes desde hace mucho. También solté el lazo con el que lo amarraste porque no lo dejabas ir y hacías que también le doliera tu dolor, ahora los dos son libres. Quizá se verán luego, se encontraran en otra vuelta o no, pero ya tienen que seguir con su camino y su camino ya no los lleva juntos en esta vida.
Doña Chole le pagó el favor a la curandera con lechugas y tomates de su tierra, se despidió amablemente y le agradeció curarle las penas. Y aunque nunca más tuvo otro hombre en su vida, ya no sentía tristeza por no estar con aquél que le había sido arrebatado. Doña Chole por fin pudo estar en paz consigo misma cuando ya no deseo estar con sus fantasmas.
Texto: Paola Klug / La Pinche Canela
Fotografía: Desconocido
Blog:http://paolak.wordpress.com/2013/05/08/curando-las-penas/
Gracias muy bonito y si las lágrimas salen del alma donde encontrar una curandera
Buenos días, Jesús Daniel
Claro… ¿dónde? Estate seguro de que si verdaderamente la necesitas… aparecerá. Solo que también seguramente tú tienes esa curandera dentro de tí mismo… permítete que broten las lágrimas y déjalas correr hasta que ellas solas sientan que ahhora son rocío reluciente y brillante de tu propia alma renacida.
Un gran abrazo… feliz camino
Ah… en un ratito de contemplación que te brindes… siente esa tristeza profunda que brota en lágrimas… es posible que alucines con la emoción que hay oculta debajo de esa tristeza. Estate atento estos días pues publicaré una conferencia de Emilio Fiel que te ayudará con ello.
Más abrazo, ser de luz