Entrada publicada originalmente el 15/06/2016 en http://www.ellamentonovieneacuento.com
Yo descubrí la ley del espejo «en mis propias carnes» un día fregando. Una amiga me había dicho algo que en aquel momento me gustó – por ignorancia – y era que a alguien que a mí me había hecho daño, ahora le estaban pagando con la misma moneda… justamente la misma.
Y mientras fregaba los cacharros y por dentro me alegraba de que «ahora ella estuviera pasando por lo mismo»… tomé conciencia de esa ley: si ahora ella recibe lo mismo que a mí me dío… ¿yo por qué lo recibí? Y nada más hacerme esa pregunta… aparecieron imágenes de situaciones ya olvidadas en las que yo había hecho lo mismito que tanto había criticado.
Para mí fue uno de los momentos de revelación en mi vida.
Así que a partir de entonces, cada vez que algo «me» pasaba… miraba qué había hecho yo. A veces tardaba en aparecer porque tendemos a oscurecer o a ocultar e incluso ocultarnos aquello que no queremos ver de nosotros. Pero aparecía siempre.
Después, en el aprendizaje de la vida he sabido que siempre funciona así. Enric Corbera repite muchas veces «para saber lo que estás dando… mira lo que recibes».
Y esa es una frase que cuando todavía no has tomado conciencia de esa ley del espejo… te saca sarpullido y niegas rotundamente que tu caso sea el mismo. «¡No, en mi caso no es así… yo no soy nada de eso!».
El domingo desayuné prontito con una amiga del alma que está viviendo una situación intensa en su trabajo. Me reí mucho porque me contaba y me contaba sobre la hipocresía y la falta de respeto de su jefa. Podríamos seguir allí sentadas todavía y tendríamos anécdotas suficientes para seguir engordando la casuística sobre esa jefa. Y de repente dice mi amiga «yo no acepto la hipocresía de nadie». Me acordé de Enric cuando habla de que nos encontramos en la vida nuestros juicios reflejados en vivencias.
Si yo no acepto la hipocresía, primero me voy a encontrar con hipocresía porque me resisto a ello y a lo que me resisto, persiste (que también es una ley que no gusta mucho, ja, ja). Y segundo, si me encuentro con hipocresía he de mirar hacía mi misma y preguntarme cuando soy yo hipócrita, cuando yo no me respeto. Y ahí empieza el viaje fantástico de ver – me. Porque yo no me veo hipócrita, claro ni veo que me falto al respeto hasta que no indago un poquito más en mi misma y veo – en sus propias palabras – que hago muchas cosas que no quiero «por complacer». Y complacer es fantástico pues si vamos al significado íntimo de la palabra vemos que es «con – placer», es decir que hago lo que hago con placer… pero a veces debajo de ese creer que lo hago por «dar gusto» a otros… hay miedo a no hacerlo y que piensen que eres mala, que no eres buena, que eres egoísta… Y ahí ya ese complacer no es con-placer sino para no sentirme mal, para que me quieran, para que me acepten, para que piensen que soy buena chica… Nada que ver.
Y ahí sí ya hay esa hipocresía conmigo misma que no veo a simple vista y por eso la vida me tiene que poner ahí afuera (aparentemente) un espejito con esas características para que antes o después dé la vuelta al dedo del juicio y me mire yo y como me trato yo a mí misma que es lo que no solemos ver.
Una vez visto, continúa el camino de aceptarlo en uno mismo, de comprenderlo en otros y por tanto perdonarlo. Todo ello sin el esfuerzo mental que parece requerir. Es un brotar: cuando lo acepto… lo demás brota solo, no tengo que hacer nada. Y entonces, el espejo se limpiará y aparecerá el brillo natural que yo emito.
Parece sencillo y lo es aunque a ratos … se empaña todo.
En este espacio – y en otros muchos – compartimos herramientas suficientes para que cada uno haga el camino a su ritmo… y para que sepamos que sí, que a veces nos caemos con todo el equipo … pero solo es para aprender a volar más ligeros.
Qué disfruten de la sabiduría que nos regalan todos los espejos con los que compartimos vida. A veces, cuesta ja, ja…y sin embargo… es un placer tomar conciencia de ellos porque nos hacen más auténticos.
A continuación tengo el gusto de compartir parte de un libro que ya había olvidado y que sincrónicamente apareció el domingo después de la conversación con mi amiga sobre los espejos. Se llama precisamente «La ley del espejo» de Yoshinori Noguchi.
A veces preguntamos por cómo hacer esto o lo otro… En el texto hay una respuesta a esta pregunta que oí también a Jodorowsky una vez:
«De momento simularemos que lo siente. El sentimiento ya le saldrá más adelante».
Es una buena forma de hacer.
Un placer y un honor compartir y compartir – me.
Gracias, gracias, gracias.
A continuación incluía una entrada donde compartía parte de la obra de Yoshinori Noguchi con ese título de La ley del Espejo.
Hace 5 minutos he recibido una comunicación de la editorial Comanegra que tiene los derechos de autor de esta obra y me han pedido que retire inmeditamente la entrada. Cosa que hago.
La verdad, entiendo la postura – ¡cómo no! – solo que una en su anhelo de compartir lo que le parece una gran recurso para ampliar nuestra consciencia … le da tristeza eso de no poder compartir libremente, cuando desde el principio hemos hecho eso, compartir con generosidad como otros muchos aquello que nos va bien en nuestro caminar… por si a otros también les ayuda.
No dejen de leer esta obra, es genial para ver cómo interpretar lo que los espejos de ahí afuera dicen de lo mío de aquí adentro. Es una historia tierna, profunda y muy esclarecedora de muchos sufrimientos que sentimos solo por no tener herramientas para comprenderlo.
Yoshinori Noguchi: La ley del espejo. Busquen en google, hay mil enlaces donde leerlo.
Gracias 👋