Entrada publicada originalmente el 12/3/2017en www.ellamentonovieneacuento.com
Buenos días, viajeros de luz
¡Qué maravilla el taller de ayer con ese grupo fantástico de mujeres, casi todas docentes, casi todas madres y todas deseando aprender, evolucionar… ! ¡Uau, es un alimento para el alma! El encuentro de ayer lo dedicamos a aprender a utilizar una herramienta magnífica de la cultura maya para autoconocernos y para – regalo impagable – sintonizarnos, para resonar con la energía de cada día: la onda encantada.
Agradecida en el alma a ellas y al Universo que nos juntó un día – «casualmente», ja, ja – en la fuente donde vamos el Finder y una servidora a coger el agua para tomar. De ese encuentro casual con la anfitriona y su hija Clara… nacieron estos encuentros que a mí me alimentan el alma y a ellas les brindan herramientas y espacio y tiempo para compartirse de otra forma.
Eso sí, el día después es como de vagotonía porque las 5 horitas que estuvimos juntas fueron tan intensas (de preguntas, de compartir vivencias, sentires…) que hoy – día estrella, día de arte, día de belleza – lo voy a dedicar a descansar… ¡con mucho arte! ja,ja.
Son precisamente las preguntas las que me hacen vibrar y seguir. Y es la hija de 11 años de la anfitriona la que primero me emocionó con su preguntar tan interesada: según aparecí por la puerta – ella desayunando chocolate rico rico – se levanta y me dice «Cruz, y qué quiere decir que …» Le hice una pregunta y enseguida cayó en la cuenta y se puso tan contenta de saber. ¡Qué alegría que sean ellos, los niños, los que ya pregunten y vayan viendo!
Curiosamente, en el grupo de mujeres que éramos, al hacer la onda encantada de cada una salió muchas veces el «enlazador de mundos» que yo entiendo como «morir a lo viejo para nacer a lo nuevo» – como punto básico. Y todas coincidían en que era una ardua tarea esa de renovarse, permitirse morir a lo que parece que soy y era… para ser yo misma y nueva.
Al llegar a casa ( no me digan cómo llegó ese papel a la mesa porque cuando salí no estaba allí, ja, ja – y estoy sola en casa y el Suri – gato – tampoco estaba – ) encontré un folio con un título: «Formas de auto – castigo», como puesto allí adrede para ser leído, ser atendido.
Durante el taller salió muchas veces el tema de ese sentimiento de culpabilidad que sentimos las mujeres tan a menudo (la mayoría de las veces porque nuestro ser no concuerda con el que esperaba nuestro clan haciéndonos saber que sufren «tanto» por ello). Y claro, es muy importante saber que socialmente cuando alguien es culpable… se le castiga. Lo pedimos incluso. Porque además, ese auto – castigo que viene de la culpabilidad sentida… es el factor que más impide que se produzca esa transformación vital. Así pues, cada vez que nos sentimos culpables… inconscientemente esperamos, tememos, buscamos un castigo. Y si no nos castiga nadie… pues ala… ya encontramos – vuelvo a decir «inconscientemente» – la forma de ese castigo hacia nosotros mismos. ¡Qué nivel tiene el inconsciente de precisión y de trabajo continuo… ¡no descansa nunca!!, ja,ja. Yo creo que le voy a dar vacaciones un ratito a ver si me recompongo, ja, ja. El asunto es que a veces es claro ese auto – castigo y otras…se esconde bajo otras apariencias más sibilinas y sutiles.
Ese folio que apareció lo había rescatado entre todo el material que he estado ordenando durante las últimas semanas. Esa labor de ordenar ha sido un bálsamo para mí. Curiosamente el otro día compartí (en el face de El lamento no viene a cuento) una entrada de Akasha Sanación Integral, que conocemos bien por estos lares, donde sugería esa tarea de ordenar, de limpiar… ¡me encanta el resonar! Solo con lo que tengo archivado para… podría no volver a mirar nada para compartir con ustedes… hasta ni sabe cuándo, ja,ja. Si todavía no han entrado en el face, dénse una vueltita porque a veces comparto cosas en ese medio que aquí no llegan – como esta que les digo del orden… – bien porque la comparto sin más – es decir, sin presentación – o por lo que sea.
Buscando el autor de lo que tenía guardado sobre el auto – castigo, (normalmente añado siempre la fuente pero esta vez no lo había hecho) he encontrado otra entrada sumamente interesante que viene a completar la que tenía y que también se la comparto para que ustedes.
Un placer y un honor, viajeros de luz… expresándose como lo que somos: Luz.
Gracias infinitas por la constante oportunidad de seguir compartiendo – me.
Gracias, gracias, gracias
FORMAS DE AUTO – CASTIGO
El ego, busca siempre que caigamos en sus redes, en sus trampas. Siempre buscará usar su arma mas letal: hacernos sentir culpa
Una vez que te sientas culpable, de lo que sea, comienza un proceso de destrucción personal, ya sea de bajo nivel o de la completa persona
¿Qué nos han enseñado acerca de los «culpables»? QUE MERECEN CASTIGO. El ego, cuando toma posesión de nuestros pensamientos, se comporta como un juez implacable, autoritario y destructivo. Mucho ojo, el ego, cuando sea juez, se comportará como la persona que nos crió con dureza, puede ser papá, mamá o alguien mas
El ego nos castigará tan drásticamente como papá o mamá lo hacian (el que haya sido más duro con nosotros). Tal vez nadie sepa que «somos culpables de algo», pero nuestra mente si lo sabe, y como no hay quien nos castigue, empezamos con el autocastigo. Aquí algunos ejemplos;
– No comer lo que te gusta
– Tener escacés económica
– Sin amigos
– Te enfermas de todo
– Todo lo malo, te sucede a ti
– Todos en tu vida están triunfando, menos tu
– Tienes dinero solo para lo básico
– Estás solo (sin pareja) por mas de año y medio
– Tu guardarropa tiene las mismas prendas desde hace años
– Tienes deudas económicas
– Pésima relación con tus padres
– Pésima relación con los hermanos
– Los impuestos te llegan especialmente altos
– Te cortan la luz
– Te quedas sin gas para tu casa
– Se suele ir el agua en tu casa
– No encuentras empleo
– Te traicionan
… y muchas otras mas
Piensa en lo siguiente: Dios nos hizo por naturaleza sanos, abundantes y felices, ¿quién ha modificado esta naturaleza, como para que estemos viviendo mal? ¿hasta cuando será suficiente que vivas mal como para que esté «pagada» tu culpa?
Dios no tiene que perdonar nada, el ya lo ha perdonado todo. Solo falta el otro ingrediente… que tu te perdones
Mientras tengas secretos en tu vida, de tus «errores», el ego tendrá suficiente energía como para destruirte
¿Cual es la salida?
Exhibe al ego, revela tus «errores» y sánalos,
Perdónate a ti mismo.
Y esto nadie lo puede hacer por ti, solo tu
Fuente: Face de «vivir con el alma» (17 agosto 2016)
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Sanar el sufrimiento Contrariamente a lo que podríamos pensar, dejar de sufrir no depende fundamentalmente de que alguien nos dé unas «herramientas perfectas», sino básicamente de tres cosas:
Luego vienen las herramientas, para ayudar a facilitar el proceso, unas más adecuadas que otras dependiendo de la personalidad de cada uno y las circunstancias concretas en las que estemos, pero el proceso básico es ese.
IDENTIFICAR EL SUFRIMIENTO Podemos decir que sufrimiento emocional es cualquier estado distinto a sentir el amor y la alegría tranquila en nuestro pecho. Cualquier otro estado emocional, mental o físico es indicador de que algo no anda del todo bien, o lo que es lo mismo, hemos encontrado una pista de donde podemos sanar un componente del sufrimiento emocional en nosotros. Esto no quiere decir que tengamos que estar obsesionados con «depurarnos», sino simplemente tomar consciencia de que si queremos tenemos ahí una puerta que explorar. Cuando abrimos una de esas puertas y comenzamos a bucear en ellas, podemos ver que las emociones se organizan de manera natural en capas por las que vamos a ir pasando, y que a modo de orientación podríamos decir que es algo como esto, de lo más externo a lo más interno: – Negación, euforia, aburrimiento, cansancio. También dolor físico, resultado de enterrar el dolor emocional. El observador y el escenario Para que uno pueda «estar bien» cuando las cosas van mal sin caer en la negación es imprescindible que identifiquemos al menos dos partes en nosotros, el yo que experimenta y el yo que observa. El observador es el punto de partida imprescindible, es la parte interna de nosotros que es capaz no solo de observar y «darse cuenta» de qué ocurre no solo en nuestro entorno físico, sino también en las partes más externas de nosotros: nuestro cuerpo, nuestras emociones, y nuestros pensamientos, como si esas partes de nosotros fueran también parte del escenario. El observador tiene la curiosa característica de que existe en un «espacio interno de armonía perpetua», desde el cual sin embargo puede ser consciente de la inarmonía «externa». Cuanto más estas en estado de «observador», más sientes la armonía interna. Cuanto más sientes la armonía interna más estas en estado de observador. Normalmente estamos oscilando en estados intermedios, observamos pero aun nos sentimos identificados con el yo externo -el ego, los pensamientos, emociones y sensaciones físicas- y el observador es como una voz, un guía interno que nos apoya y nos ayuda a tomar consciencia del sufrimiento emocional. Pero hay ciertos momentos de sanación emocional, de pequeños «satoris» de comprensión cuando procesamos un asunto emocional que realmente nuestro punto de autoconsciencia da el salto por un momento al otro lado y realmente sentimos que somos el observador y vemos a nuestro ego, nuestra personalidad externa y sus esfuerzos por sanarse con un sentimiento de honor y ternura infinitas, y comprendemos como «todo está bien», que aunque haya problemas por resolver, el escenario en sí es una oportunidad y el hecho de que podamos actuar en el es un regalo. Ahí empezamos a experimentar lo que realmente significa «amarse a uno mismo». Claro que ese estado normalmente dura un momento y pronto volvemos a nuestra perspectiva desde el lado de la personalidad externa, pero esa experiencia queda ahí, hemos abierto un camino y cada vez que lo volvamos a experimentar anchearemos ese camino. El proceso llamado Iluminación, al menos su estado más básico ocurre cuando nuestro punto de consciencia se asienta permanentemente «al otro lado», en el «lugar interno de armonía», observando y comprendiendo de esa manera especial que «todo está bien». Pero este estado permanente, al contrario de lo que se suele pensar no, está directamente relacionado con los años de prácticas de trabajo interior, sino que puede suceder a cualquiera espontáneamente, en cualquier momento de la vida . La practicas son una ayuda para acercarnos a ese estado mientras no sucede naturalmente, porque tomamos consciencia de que es más beneficioso para nosotros, y para acostumbrarnos a vivir la vida cotidiana desde esa perspectiva «iluminada» con normalidad, pero el «salto» puede ocurrir en cualquier momento y el único factor que parece ser realmente importante es la no resistencia al proceso.
ELEGIR DEJAR DE SUFRIR Obstáculos para elegir dejar de sufrir El sufrimiento es un mecanismo natural desarrollado para ayudarnos a sobrevivir al ayudarnos a identificar las situaciones que nos hacen daño, por lo que cuando nos proponemos ir desactivándolo para comenzar a funcionar con el «programa más refinado» que es la autoconsciencia, nos encontramos con mecanismos de protección que son básicamente miedo, pero que pueden disfrazarse muy habilidosamente en forma de creencias limitativas aparentemente ciertas intelectualmente. Pero con un poco de distanciamiento, observando el cuadro general que nos pintan podemos identificarlas fácilmente porque todas tienen algo obvio en común: defienden o promueven el miedo y el sufrimiento emocional. Y la experiencia de cualquiera que se atreva a bucear en sus emociones es que «el miedo es irreal», o dicho de otra forma, que: sufrir nunca está justificado Todos estos mecanismos de defensa que podríamos llamar «reversos psicológicos», debido a su exceso de apego, se convierten al final en formas de autocastigo que nos mantienen innecesariamente en el sufrimiento, y pueden ser cosas como:
Por otro lado hay mitos sociales que contribuyen a justificar nuestros reversos personales, como los prejuicios contra ciertos grupos sociales, sobre los presuntos peligros de leer ciertos libros, o ver ciertas películas – como existía hasta no hace mucho y existe aún en muchos puntos del planeta-, que afortunadamente poco a poco vamos superando, aunque todavía perviven otros, tanto o más peligrosos que todavía pasan demasiado desapercibidos para mucha gente. Quizá dos de los más importantes son:
«Dejar de ser agresivo equivale a ser débil» Cuando sentimos odio hacia otro puede que nos cueste darnos cuenta que somos nosotros los que estamos sufriendo mientras odiamos, pensamos que castigamos con nuestro odio a quien odiamos, pero en cuanto buceamos un poco en ese odio vemos que solo nos castigamos a nosotros mismos y lo que hacemos mientras mantenemos el odio es cederle el poder sobre nuestro bienestar precisamente a la persona que menos desearíamos que lo tuviese. Sin embargo el odio y la agresividad juegan como animales que somos un papel fundamental en nuestra supervivencia, y cuando elegimos conscientemente dejar de odiar, porque comprendemos que es un mecanismo muy limitado y que a la larga nos causa daño a nosotros, puede que surge el miedo a quedar indefensos, pero una vez que nos acostumbramos a funcionar de otra manera vemos que es justo lo contrario: cuando dejamos de odiar (sufrir) -no porque nos lo impongamos, sino porque liberamos nuestro dolor- como hemos dicho, nuestras emociones se aclaran, comprendemos lo infantil y ridículo que es ver a un adulto cabreado como un niño pequeño, y lo más importante, podemos ser más conscientes de los peligros reales y de las medidas objetivamente más eficientes a tomar para evitarlos o mitigarlos. Tememos que al perder nuestra agresividad perdemos nuestra consciencia del peligro, pero en realidad es justamente lo contrario. . La conocida frase cristiana de «poner la otra mejilla» ha provocado mucha confusión al respecto al interpretarla en el sentido físico cuando su verdadero sentido es aplicada al plano emocional: por mucho que me provoques yo elijo mantener mi bienestar interior, lo que no tiene nada que ver con que si tu me atacas físicamente yo me puedo defender porque tengo el mismo derecho que tu a vivir y a mantener mi integridad y mi bienestar físico. Para quienes teman caer en un «exceso de bondad», la imagen más clara de esto es la actitud del maestro de artes marciales, que cuanto más serenidad interior tiene -más paz interior, amor hacia sí mismo y hacia su contrincante- más eficiente es en el combate exterior, en la mayoría de las ocasiones porque consigue que ni siquiera se inicie al sanar el dolor emocional del potencial agresor que causaba su necesidad de violencia.
El «honor» de sufrir por amor Cuando sufrimos porque alguien cercano está enfermo o en peligro, por ejemplo, puede que nos surja la culpa de ser egoístas y preocuparnos más por nosotros que por los demás. Pero la pregunta clave en esta situación es ¿En que ayuda tu sufrimiento a la persona a la que quieres? En la sociedad en la que vivimos tradicionalmente se ha asociado el sufrimiento con el supuesto amor, elogiando el «sufrir por amor» como la forma más elevada de demostrar amor verdadero, pero si buceamos en el origen de ese sufrimiento NUNCA encontramos el amor como origen del mismo, sino que encontramos culpa, sentimiento de impotencia, odio hacia quien le pueda hacer daño a la persona querida, miedo a que la persona se muera o nos abandone etc. etc, es decir, dolor emocional. Alabar el sufrimiento justificándolo con el amor es de las cosas más absurdas -por no decir retorcidas- que se pueda hacer, puesto que técnicamente, desde un punto de vista psicológico: El sufrimiento es ausencia de amor. Y si nosotros sentimos dolor, ¿como vamos ayudar a alguien a que no lo sienta? Si tú sufres por alguien, aunque tu intención sea otra, el hecho empírico es que estás contribuyendo a que siga sintiéndose mal. La vieja supuesta norma de bondad de «el otro antes que yo» es solo un camino al victimismo, que es la otra cara del egoísmo del «yo antes que el otro». Para dar hay que abrirse a recibir, al igual que para recibir hay que abrirse a dar. Si lo piensas en global, si tu te pones mal para que otro se ponga bien, el balance global es el mismo. La humildad no consiste en ser menos que el otro, sino en valorar al otro como un igual Si alguien a tu lado sufre, lo mejor que puedes hacer es dejar de sufrir y sentir tu paz interior para ayudar a que la otra persona siga tu camino. Y además si tú tienes paz interior y energía, tu mente estará mucho más clara para encontrar soluciones armónicas al problema «técnico» que pueda tener la otra persona. |
Fuente. http://www.utsaina.com/paginas/cinterior/elegirdejardesufrir.htm