Entrada publicada originalmente el 4 Agosto 2016 en http://www.ellamentonovieneacuento.com
Desafortunadamente el Suri se fue un día como siempre a sus cosas y no volvió a casa. No sabemos, no tenemos ni idea… yo me lo imagino haciendo de las suyas donde esté.
Disfruto del regalo y casi el privilegio de convivir con un gato «salvaje» que nos enseña a los que estamos en casa y a los que vienen a visitarnos algo que está convirtiendo para los animalitos en casi imposible: la libertad, la independencia.
Suri llegó a casa hace un año y un poco. Llegó con dos meses después de haber estado ese tiempo encerrado en una panera. Solo había visto a su mamá, a la que conocemos bien pues cada vez que vamos a un bar que está al lado de su casa, en cuanto oye el coche… ya está allí. Es verdad que viene porque sabe que comerá cositas ricas pero también se tumba en el suelo y se revuelca pidiendo caricias y cariñitos.
Es curioso porque este año, cuando esa misma mamá tuvo otros 4 gatitos, el niño de unos amigos nos preguntó si podíamos traerle uno como el Suri porque sabía de su alegría y juegos y además es negro y aunque en el barrio algunos se tapan los ojos porque les da miedo un gato negro (ja, ja) a ese niño precisamente le gustaba porque era negro. Pero… la vida es siempre sorprendente y en esta camada no había ninguno negro negro. A él le trajimos uno (que después resultó ser una) blanco blanco y le encantó. Y luego hemos ido trayendo los demás porque personas cercanas a ese niño le han pedido que les trajera uno igual (que no hay, ja, ja). La semana pasada trajimos 2 a una señora que quería gatas… y le han tocado gatos. Es muy gracioso porque nadie ha tenido lo que quería pero todos están felices. Andan todos por aquí cerca y que sepamos todos son simpáticos, alegres, listos… y muy independientes.
Hasta hace unos meses Suri fue el gato más alegre y simpático que hubiéramos conocido. Jugaba con todo y con todos, no se cansaba de jugar con cualquier cosa y con él mismo. ¡Genial! Uno de sus juegos favoritos era jugar con plumas… ¡ya quisieran futbolistas, bailarines y demás… moverse con esa agilidad! Un día le pusimos una pluma en el interruptor de la luz y nos regaló durante unos meses saltos increíbles cada vez más altos… pero solo cuando él quería y le apetecía. Ya le podías decir, pedir… cuando no quería era como si oyera llover, ni nos miraba. Ahora que ya es más grande y le hemos visto cazar pájaros (¡pobres!)… hemos entendido qué buena práctica fue aquella de los saltos.
Más o menos a los 8 meses, un día se fue por la noche. Sabíamos que pasaría pero no tan pronto. Hugo, otro gato que había convivido con nosotros, igualmente se iba todas las noches pero empezó más tarde. El Suri había pasado horas y horas metido en el coche, tumbado en la parte de atrás y viendo tranquilamente qué gente pasaba, cómo eran… así que desde el primer momento no mostró ningún miedo a la gente ni a perros siquiera. A los del barrio y a los de los amigos los tiene a todos enfilados… ni se acercan, ja,ja.
Y desde entonces, desde esos 8 meses, casi no ha faltado a su cita diaria de vida salvaje… ¡a saber dónde va y qué hace! ¡Cuánto me gustaría poder ponerle una cámara y verle! En el barrio ya le conocen y nos cuentan «ayer le vimos ….» siempre lejos de casa. A estas alturas ya hemos vivido la incertidumbre de que tarde hasta 3 días en volver o que se pase horas y días delante de la casa de una gata en celo. Seguro que los gatos grandes no le dejan acercarse verdaderamente a la gata todavía pero el es perseverante como el que más. Un día, ya sabiendo que estaba haciendo guardia delante de la casa de una gata que vive una calle más arriba (es un barrio estupendo pues son casas bajitas que hacen que parezca un pueblo todavía), y como llevaba 1 día sin venir a comer ni nada, fui a buscarlo – como las madres o las esposas, ja, ja – y según lo cogí para traerlo conmigo miraba para atrás y luego a mí como diciendo ¿y si sale ahora qué?. Me partía de risa.
Desde que empezó a salir y a montar guardias gatunas ha dejado de jugar tanto y desde luego se ha hecho un gato mucho más serio. Claro, se juega la vida todas las noches por donde ande. No es para andar con chistes. Y no sé si por eso o por qué pero es el gato más independiente y libre que conozco. A ratos, incluso a nosotros que nos gusta que sea así, libre, nos mosquea un poco (hasta que la lucidez re-aparece)que no acepte ni siquiera una caricia (imagínense una orden… ¡no tiene ni idea de que es obedecer, ja, ja!) cuando a él no le seduce. Eso sí, antes de irse por la noche, me regala un rato de estar en mi regazo a mi disposición de caricias. Aprovecho el rato muy bien… aunque luego me tenga que lavar las manos con doble jabón pues no sé si porque es negro o porque se pasa ratos largos revolcado en cualquier sitio… le pasas la mano, le acaricias unas veces… y ya tienes las manos negras.
Algunos días cuando hacía frío o cuando sabíamos que había tenido alguna trifulca con otro gato o a saber (que todo son hipótesis porque no sabemos de su vida ahí fuera), cuando se ponía delante de la puerta para que le abriéramos y pudiera salir… nos tentaba la idea de «pues hoy no sales» «jolín, quédate hoy con nosotros»… y durante un momento aguantábamos sus llamadas lastimeras hasta que se nos encendía la bombillita «es un gato libre, si hubiera una gatera en la puerta no nos preguntaría y se iría» y entonces le abríamos y ale… a esperar que todo fuera bien y al día siguiente volviera a aparecer… Hasta ahora así ha sido. Bendito sea.
Y cuando llega le recibo con caricias y alegría de verle vivo y a salvo. No se me ocurre decirle «y de dónde vienes? y con quién has estado?» o decirle aquello de «¡qué habrás hecho por ahí!». Así que para nosotros es como un espejo donde mirarnos para ejercitar la independencia y libertad que él muestra en cada mirada, en cada actitud. Incluso cuando harto de que le estemos haciendo jugar a un juego que no quiere o cuando desestima nuestras caricias, te marca en la mano con la boca (no te muerde ni nada, solo pone la boca en la mano como diciendo «por ahí no, si sigues…») Y es que a él le da igual si nos gusta o no, se muestra tal cual, no hace esto o aquello para gustarnos. Y eso… a nivel humano es muy raro encontrarlo y uno de los retos que ocupan nuestro desarrollo vital.
Así que disfrutamos de un master gratuito y práctico 100% para vernos en ese ejercicio de la libertad e independencia emocional y vital.
Hace unos días me decía una vecina que tiene una gata en casa «ah, no, yo no la dejo salir porque y si luego no vuelve…». Ya, entiendo pero… yo prefiero verle y sentirle libre… no tenerlo de florero a mi disposición.
Escribo esta entrada porque llevo tiempo reflexionando sobre la esclavitud a nuestras normas, leyes, maneras… a la que sometemos a todo tipo de animales pero sobre todo a los perros. ¡Pobres, siempre atados… teniendo que seguir nuestro ritmo, nuestras costumbres, nuestras órdenes…, nuestro sistema!
Ayer, sentados en una terracita a la orilla del río, disfrutábamos del primer encuentro de una niña con un perrito (que será grande en un futuro pero que ahora era ideal para que la niña jugara). Claro, la niña cuando ya se familiarizó con el perro y sus juegos le incitaba a correr… y el perrito no podía porque estaba atado a la pata de una silla donde su dueño estaba sentado. ¡Hombre!
O aquello que va el perro delante – atado – y se para a olisquear un árbol y saber quién ha pasado por allí y qué ha dejado dicho… y ves que el que le lleva atado tira de la correa al rededor del cuello del perro obligándole a seguir andando ¡¿Y si te lo hicieran a tí?!
Les tratan por otra parte como a niños y pretenden que se queden quietos allí atados a la silla mientras que otros tantos perros pasan por delante o están igualmente atados a algo… Claro y ladran y los dueños les ordenan que se callen ¡pero si solo quieren olerse y saludarse… es lo suyo!
Estamos obligando a los perros y otros animales a olvidarse de su esencia, de su forma de actuar para obedecer a la nuestra. Y la primera cosa que les hemos hecho olvidar es precisamente la libertad… ¡qué casualidad, claro como no somos libres queremos que los demás tampoco lo sean y como a estos les podemos atar…es tarea fácil!
Ojalá la lucidez vuelva a nuestras mentes y podamos gozar de aprender de su ejercicio de esa libertad tan anhelada por nosotros. Ojalá.
Nosotros, por si acaso, seguiremos gozando del Suri que nos lo enseña la mar de bien. Otra cosa es que nosotros lo aprendamos, ja,ja.
Un placer como siempre.
Gracias, gracias, gracias.