PRÁCTICA PARA DES-VELAR-TE

Entrada publicada originalmente el 03/06/2018 en http://www.ellamentonovieneacuento.com

He corregido la primera frase en la imagen: si digo “no” le guste… el psiquismo no ve el no, no entiende el no… y recoge lo que continúa. Así que, le damos la vuelta para que entienda lo que queremos que entienda… ¡hay que estar todo el día al loro, ja, ja!

Uauuuu, hace más de 10 días que no compartía nada con ustedes!  Claro, si me pongo a revisar lo hecho… hay para 10 día y más. Entremedias tuve el seminario de masaje en Tian (ummm, precioso), el cumple del Finder.. (no sé si han notado que al rededor de los cumpleaños se forman remolinos emocionales, ja, ja… ), culminar el trabajo de investigación que tocaba este año…

Y sin embargo, miren ustedes por donde, de todo lo leído, visto, reflexionado… ayer elegí una entrada que compartían desde el equipo de Saúl Pérez que incluye un ejercicio práctico de cómo abordar lo que siento en situaciones o con personas que “no me gustan”, que me hacen sentirme X: enfadado, triste… Decimos que nos hacen sentir emociones de las llamadas “negativas” porque cuando son “positivas” no le ponemos punto, qué bien, en esta situación o con esta persona me siento alegre, comprendido, … ¿quién consulta sobre eso?

Y entonces, me pongo a re-leer la entrada con atención para después presentarla aquí y me encuentro con:

 

Lo que nos hace sufrir no es lo que sucede, sino la interpretación mental acerca de lo que sucede

Saúl Pérez

Precisamente, el título de mi entrada anterior era “Lo que sientes es debido a lo que piensas” Y es que llevamos un tiempito alrededor de ese tema porque personalmente vivo en la observación de eso que “pienso” que luego me hace “sentir X” y que cuando lo “veo” o incluso lo escribo, tomo conciencia de que viene a ser un juicio, una interpretación con mis valoraciones, mis opiniones sobre lo que tiene que ser o cómo tiene que ser una persona o una situación. ¡Ja, ja, desvaríos!

Cuando lo re-visamos “correctamente” casi nunca nos enfadamos, por poner la emoción del enfado, la rabia, el enojo… por lo que creemos que nos enfadamos.  (Ya lo dijo Aristóteles, ja, ja, no es de ahora)

Si hacemos cualquier práctica con “sustancia” para des-velar lo velado en esa situación, vamos a llegar a que me he enfadado por lo que estoy pensando sobre la situación y sobre la persona. Y eso que “pienso” y que ni siquiera registro la mayoría de las veces, está lleno de juicios, de valoraciones, de creencias… que ni siquiera son elegidas: las heredamos algunas y las vamos aprendiendo otras… con lo que nos enseñan otros, con lo que nos dicen otros, con lo que leemos de otros. Somos capaces de enfadarnos con otro por esos juicios, por esas creencias que ni siquiera hemos elegido conscientemente. Ole!

Y además, y esto lo he aprendido en el programa de Mi Nueva Yo de Claudia Delgado,  si seguimos ahí un poquito más sintiendo… vamos a ver que debajo de ese enfado o de esa tristeza … hay una necesidad no satisfecha. ¡Para mí ha sido una revelación!

Normalmente esa necesidad se quedó sin cumplir en los primeros años – ¡uau, cuán importante es ese tiempo de los primeros años! – y como se quedó sin cumplir, primero vamos a vibrar en “falta, carencia” que atraerá situaciones de esa frecuencia y segundo, vamos a mirar con esas gafas de “falta, carencia” lo que se nos presente – y no por casualidad, precisamente.

Eso hará que repitamos el patrón del enfado o el que sea, el patrón del juicio al de afuera,  sin darnos cuenta de todo el proceso: cuando “ves”, cuando te permites sentir esa necesidad que había en esa situación o con relación a una persona

“ah, puedo ver que aquí siento la necesidad de “atención, reconocimiento, compañía, apoyo, de colaboración…”,  

Cuando honras esa “necesidad” que ha pulsado miles de veces para que la atendieras (porque en un momento dado no fue atendida)…te das cuenta y tomas conciencia (este segundo es fundamental, te puedes dar cuenta y no tomar conciencia y ese es un “handicap” de mentales y racionales) de que esa necesidad ha estado ahí “casi siempre”, en cada acción, (independientemente de qué y quién sea el que interviene en la situación) y que en realidad se la estás pidiendo a otro desde el “niño herido”, desde el niño que pide, que  “exige” satisfacción de sus necesidades porque es lo que ha aprendido, por otra parte.

Y esto es genial…vamos a tomar conciencia de que eso que creíamos que necesitamos del otro… en realidad es algo que nosotros no nos damos o no damos a otros.

Por ejemplo, si yo veo que debajo había una necesidad de atención, ahora me voy a preguntar, ¿dónde yo no me atiendo? ¿en qué no me presto atención a mí misma? Y eso, de un plumazo, quita el foco de “el otro” para pasarlo a mí misma, sin que eso suponga la consabida “culpabilidad”: “ay, es culpa mía que no me atiendo”. No, no es culpa tuya. Sin embargo, si es responsabilidad tuya atenderla ahora que la has visto.

Buenas noticias: si lo practicamos – con ganas, con curiosidad, voluntariamente – en las situaciones que nos alteran, los resultados se darán. Malas noticias: el leerlo y comprenderlo no sustituye la práctica y además no trae resultados, no trae transformación. Es decir, si no lo practicas – este ejercicio u otro -, luego no hay reclamación: “ay, es que mira lo que me ha hecho, lo que me ha dicho….” “ay, es que a mí no me funciona, y cómo hago…

 ¡Mira ahí a ver qué hay de tí y no te quejes!

Ja, ja, todo lo anterior ha salido de una frase que me atrajo en la entrada de Saúl:

Lo que nos hace sufrir no es lo que sucede, sino de la interpretación mental acerca de lo que sucede. 

Resulta que a medida que sigo leyendo me doy cuenta de que “me suena conocido”. Miro en el buscador de este blog y efectivamente encuentro una entrada donde incluía ya este ejercicio y mi aportación propia. ¡Anda! Y de marzo del 16, o sea que a estas alturas ya lo habrán practicado montones de veces, ja, ja,…

Bueno, no reñirse. Siempre estamos a tiempo de empezar porque en realidad cuando no lo hacemos es que todavía no estamos preparados. 

¿Están preparados? Pues ale, a practicar.

Ajunto la entrada que publiqué en su momento que incluye a su vez la entrada de Saúl con el ejercicio.

El ejercicio comienza con “sentir” y eso no es sencillo para racionales y mentales. Vamos a permitirnos sentir lo que sintamos, sin críticas, sin querer superarlo, sin querer que se pase, sin riñas. Lo siento y lo acepto. Es lo que siento. Vamos a honrarlo.

Ya veremos después donde nos llevan los diferentes pasos pero el primero es sentir, permitirme sentir lo que siento sin que esa vocecita diga nada o quiera que no sintamos lo que sentimos porque no está bien sentirlo, por un poner. Estamos tan llenos de opiniones sobre lo que está bien o no… que el sentir algo que está dentro de nuestra carpeta de “malo” nos cuesta un poco hasta que lo hacemos más veces. Qué no cunda el pánico, ja, ja. Siente lo que sientas y punto. Cuanto más “malo” creas que es sentir eso… más costará soltarlo.

Siente, y después déjate guiar por el ejercicio. No corras, ve paso por paso. Eso quiere decir que necesitarás un ratito para tí, sin que te molestes ni tú y así poder estar presente en el proceso.

 

 

Iba a completar la entrada con otro ejercicio, esta vez de Claudia Delgado, que complementa muy bien con el anterior y que lleva a ver esa necesidad que hay debajo. Sin embargo, después de ver la longitud que ya lleva ésta – ja, ja, – elijo publicarla la semana que viene para dedicarle el espacio que merece y que no sea un “remate”.

 

Gracias, gracias, gracias. ¡A la práctica!

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s